Elecciones en Alemania, claves para los límites a la ultraderecha

Las elecciones federales de este domingo para elegir al nuevo canciller serán cruciales para definir el futuro del país y su posicionamiento frente a los conflictos bélicos. ¿Será posible ponerle freno a la ultradercha?
Por Federico Glustein

Este domingo los alemanes asistirán a las elecciones federales de las cuales derivará el nuevo canciller por el periodo de cuatro años máximo por mandato. De acuerdo con los últimos sondeos, el candidato más votado sería el millonario Friedrich Merz, líder de la Unión Democristiana (CDU+CSU), el partido de Ángela Merkel, pero quien detenta un perfil más conservador, predica “valores tradicionales” y aboga por un endurecimiento de la política migratoria. Asimismo, promueve un mayor gasto militar para apoyar a Ucrania en la guerra con Rusia e impulsa mayor integración regional europea ante el embate de Donald Trump y Vladimir Putin en sus intenciones de reducir la unidad del bloque continental. En el ideario económico, se aleja de la excanciller Merkel de la economía social de mercado para abrazar al neoliberalismo, quiere bajar los impuestos a las empresas y reducir los beneficios sociales.

En este juego de la democracia parlamentaria obtuvo 197 escaños en la elección del 2021, lo que le permitió ser la fuerza más votada, pero no accedió al gobierno tras 16 años de gestión Merkel, tras no llegar a un acuerdo con la socialdemocracia SPD y los verdes, quienes juntaron voluntades con los liberales del FDP y lograron imponer a Olaf Scholz, del SPD, como canciller, en la determinada alianza semáforo. Sin embargo, la sinergia entre dos partidos de centroizquierda y uno de centroderecha se hizo compleja en los hechos y terminó de implosionar en el año 2024, tras peleas entre liberales y verdes, optando los socialdemócratas por los segundos, quienes, débiles, no pudieron gobernar más que con debilidad.

Para estas elecciones, con la entrada en vigor de la reforma de junio de 2023, el Bundestag (Parlamento Federal) contará con un número fijo de 630 diputados, eliminando los denominados mandatos de compensación, que permitía beneficios para los partidos ganadores, pero también para los distritales. El nuevo método de distribución de escaños impactará en la representación de algunos distritos de Alemania y el acceso de partidos con menor peso político, quitando posibilidades a quienes son elegidos por regiones y beneficiando a los armados nacionales. Esto afectaría a partidos como Volt, de centro liberal, que tenía representación en Francfort, Colonia y Munich y tres Eurodiputados; o como Votantes Libres, una asociación de grupos locales independientes de centroderecha que en varias oportunidades tuvo representación parlamentaria, pero que debió que alinearse a la CDU para no desaparecer.

Esta elección está trazada por temas candentes en la opinión pública como el costo de la energía eléctrica después de la guerra Ucrania-Rusia y cómo influye en la industria alemana, la situación migratoria irregular, la Unión Europea y cómo impacta el triunfo de Donald Trump. El actual canciller en retirada, el socialdemócrata Olaf Scholz, propone la creación de un bono soberano para atraer inversiones extranjeras, la reducción del IVA en los alimentos básicos y un tope a las tasas impositivas por el uso de redes eléctricas para reducir los costos energéticos, así como una reforma al freno de la deuda, un mecanismo constitucional que limita el endeudamiento anual al 0,35 % del PIB, con el fin de facilitar inversiones estratégicas en distintos sectores. Por su parte, el posible ganador de la contienda, el líder conservador Friedrich Merz, propone reducir los impuestos corporativos del 30% al 25% y la reapertura de centrales nucleares, junto a una posición principal de mano dura en seguridad vinculada con la inmigración y un férreo control de la migración con posibilidad de expulsión. La posibilidad de reeditar la “Gran Coalición” entre conservadores, verdes y socialdemócratas pareciera cercana dadas las declaraciones de Merz quien planteó que “Alemania necesita avanzar y salir de la parálisis política en la que se encuentra” pero que “la respuesta debe ser europea, no alemana” mientras que la actual conducción de minoría socialdemócrata y verde piensa en el cordón sanitario a AFD, la ultraderecha, en momentos donde discursos similares proliferan por la discusión política y a nivel social, tentando a correr el eje discursivo punitivista y retomar la economía social de mercado que tantos elogios le ha traído a Alemania.

Olaf Scholz.

Asimismo, tras varios atentados en ciudades alemanas, el mayor impacto electoral en términos migratorios lo terminó propinando el vicepresidente de Estados Unidos, JD Vance, quién dedicó la mayor parte de su intervención en la reciente Conferencia sobre seguridad en Munich, a acusar a los gobiernos europeos de alejarse de sus valores e ignorar las preocupaciones de los votantes sobre la migración y la libertad de expresión, así como una extraña petición de supresión del cordón sanitario (denominado cortafuegos en Alemania) hacia la ultraderecha, alegando un buen caudal electoral, y respetar la voluntad popular por sobre las decisiones de los burócratas.

En un canal alternativo, aunque no alejado, pero preocupante, los polos extremos políticos coinciden en casi todos los temas importantes, pero se diferencian en como llevarlos a cabo. Estos son los casos de Alternativa por Alemania (AFD), la extrema derecha ultranacionalista y neonazi, quien obtendría el segundo lugar en las elecciones, y el de la izquierda nacionalista de BSW, la Alianza Sahra Wagenknecht (Por la Razón y la Justicia), un desprendimiento del partido Linke (La Izquierda) que posee un pensamiento económicamente de izquierda pero socialmente conservador, que lucha por alcanzar el umbral electoral del 5%. Ambos partidos están centrados en una fuerte restricción a la inmigración, energía barata para los hogares y la dinámica industria alemana, una visible posición pro-Rusia en política exterior, el “antiwokismo” que tiene a los políticos tradicionales -sobre todo la socialdemocracia y los verdes- “demasiado centrados en la alimentación, los pronombres y la percepción del racismo» en lugar de en “la pobreza y una brecha cada vez mayor entre ricos y pobres”. Los dos plantean la «desglobalización» de la economía alemana y la salida de la OTAN, pero son diametralmente opuestos en la guerra Israel-Hamás, donde AFD se muestra proisraelí -o más bien pro Netanyahu- mientras que BSW es antiisraelí, por ser principalmente anti EE.UU.

Sin dudas, estas elecciones serán históricas a nivel global. Si la ultraderecha logra, después de 90 años, volver a conducir parte de los destinos de Alemania o nuevamente la democracia liberal le pone un freno, como ejemplo de que en el sistema democrático no vale todo, sino que hay derechos que respetar, limites que aceptar y que no es solo el voto, hay instituciones y responsabilidades, locales e internacionales que respetar. Por su parte, el gobierno federal denuncia operaciones de influencia y desinformación procedentes de Rusia con la intención de favorecer a los prorrusos de AFD y BSW con videos falsos por TikTok y X.  También como en otras partes del mundo, sobre todo en Europa, si los resultados darán fuerzas centrifugas, virando votos hacia los extremos y sometiendo a los partidos centristas al ostracismo, como pasó en España con Ciudadanos o los LibDems en Inglaterra, o a un palazo electoral como al macronismo en Francia. En Alemania, los liberales del FDP podrían no pasar el umbral electoral del 5%, al igual que la izquierda de Linke.

La respuesta a la anti política es la política. Que la ultraderecha no supere el 20% es responsabilidad de que los grandes jugadores demuestren que no todo da lo mismo aunque el clima electoral y social esté caldeado hace meses por la migración y algunos atentados perpetuados por refugiados e ilegales.

Foto de portada: Friedrich Merz.