Tzavta y toda nuestra familia quiere darles la bienvenida a esta, nuestra casa, un espacio humanista, laico, participativo y sionista.
Ayer vimos 4 ataúdes, 4 coches en una caravana mayor, portando cada uno el cuerpo de dos niños, una madre y un anciano, siendo trasladados a un organismo especializado en determinar su identidad.
Observamos perplejos una ceremonia previa de entrega que, con matices, no se distinguió de las anteriores devoluciones de personas secuestradas por el terror. Su macabra escenografía solo se diferenció, esta vez, en que entregaron cadáveres.
Vimos, tal vez con estupefacción, que la Cruz Roja esta vez adoptó mecanismos de pudor, para la transferencia de ataúdes: sábanas blancas y cortinas que apenas disimulaban la situación dantesca. Esta vez no hubo estrechamiento visible de manos con los secuestradores.
Observamos, con orgullo, cómo el pueblo de Israel recibía a sus muertos con banderas en los costados de los caminos. Seguramente hubiéramos estado ahí como hoy estamos aquí.
Volvieron, sin vida, un anciano que consagró su vida a la convivencia con sus vecinos de Gaza, contribuyendo a que tuvieran atención médica sus niños en Israel y no formación odiosamente bélica en escuelas patrocinadas por la URNWA. Tal vez esos mismos jóvenes que alguna vez fueron niños, maleducados con claro despojo a su infancia, hayan sido quienes le quitaron su vida. En cualquier caso, lo asesinó el sistema de animadversión perversa del terrorismo de Hamas y la Yihad Islámica. Y, también, la complacencia de un mundo indiferente ante tantas evidencias previas.

Volvieron, si se puede decir así, también sin vida los cuerpos de una mujer que nos hicieron groseramente creer que era Shiri, con sus dos pequeños hijos; a quienes la vida los puso en una trampa mortal que mi pluma no puede describir. No fueron los únicos en y desde el 7 de octubre, recuerdo a los niños de Majdal Shams por ejemplo, pero me gustaría contar con alguna certeza que serán los últimos arrancados de la paz de la cama de su hogar para ser arrastrados al horror. Nada puede ser definitivo, pero su imagen es definitoria.-
El terrorismo identificado como palestino ha secuestrado civiles de modo salvaje, ha secuestrado la voluntad de autodeterminación de un pueblo, tal vez apoderándose de ella, y ha soterrado sí, las mejores esperanzas de una pronta paz en convivencia entre los pueblos. Su mayor crimen lo ha constituido su moneda de cambio, que indudablemente es la destrucción del Estado de Israel.
La humanidad no debería permitir eso. Las sociedades que llamamos ilustradas, no deberían tolerar esto. Y se ha optado, con matices, por hacerlo.
Soy un hombre de ley, trabajo y vivo del ejercicio de la abogacía, creo en los tratados entre países, en el consenso y los acuerdos, los pactos internacionales. El mundo de hoy nos muestra que los organismos multilaterales, cuanto menos son inertes a la violación de los propósitos de su creación, apañando el anti sionismo, el antisemitismo y el anti judaísmo.
Estamos aquí desgarrados por el dolor y con ira. Los rostros de los niños pelirrojos y sus sanguinarios captores nos confrontan a limites inimaginables de la tolerancia ante la afrenta a la condición humana.
Es esa IRA, la ira de los mansos, la que utiliza el terror para dominarnos… El mal tiene su inteligencia y se expresa con crueldad.
La ira es una emoción poderosa, agorera y fatalista.
Con ira no podemos pedir Justicia sino venganza.
No lo hagamos.
Recordemos.
Transformemos nuestro dolor en esperanza de que cierto día los pueblos se cansarán de ver vertida la sangre de sus hijos y despojarán del poder a los terroristas que los gobiernan e impulsan el odio, sean Hamas o los Mullahs iraníes.
Mientras tanto, no somos ni seremos neutrales. Siempre estaremos del lado de Israel y su pueblo, nuestro pueblo. Seamos fuertes, estemos juntos, reivindiquemos siempre nuestra identidad.
Como decía mi admirado Alessandro Pertini: “A veces en la vida hay que saber luchar no sólo sin miedo, sino también sin esperanza”.
Esa lucha ha de ser por la paz, pero no por cualquier paz, sino aquella que conduzca al bienestar común y la tolerancia de lo plural.
Am Israel Jai!