El gobierno israelí nunca ha ocultado su deseo de reiniciar la guerra. El martes por la mañana, una serie de ataques aéreos en toda Gaza y una retórica beligerante tanto del primer ministro Benjamín Netanyahu como de sus ministros parecían un gran paso hacia ese objetivo.
Durante meses ha sido evidente que este gobierno eventualmente pediría a los israelíes volver a luchar, ya sea mediante un resurgimiento total de la guerra, para administrar sus planes de despoblar Gaza, o para ejecutar y pagar por la ocupación de Gaza mientras se enfrenta a una insurgencia permanente y una contrainsurgencia que desangrará al país durante décadas.
La renovada ofensiva de Israel en Gaza expone el objetivo de Netanyahu: la supervivencia política a través de la guerra
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A medida que Israel despierta ante la seria posibilidad de una guerra a gran escala renovada, ¿se unirá el público a estos planes? Hay numerosas razones para dudar de un resurgimiento del ánimo bélico del país.
La distracción
En los días previos al renovado bombardeo de Gaza, el país estaba consumido por un tipo diferente de conmoción, después de que Netanyahu anunciara su intención de despedir al jefe del servicio de seguridad Shin Bet, Ronen Bar. Al igual que muchas decisiones políticas importantes desde el 7 de octubre de 2023, el despido ignoró las preferencias israelíes. Una encuesta del lunes encontró que una pluralidad de los encuestados israelíes rechazaba la decisión del primer ministro –43 por ciento– frente a solo un tercio que la apoyaba (el resto no sabía), en una encuesta encargada por la emisora pública israelí Kan.
Una encuesta de febrero del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional encontró que el 57 por ciento de los israelíes confía en el Shin Bet, incluyendo el 64 por ciento entre los judíos israelíes, mientras que solo el 21 por ciento confía en el gobierno que ahora intenta despedir al jefe de la agencia. Solo el 27 por ciento confía en Netanyahu en esa encuesta, mientras que seis de cada diez israelíes en una encuesta de Channel 12 de principios de marzo, realizada por Midgam, creen que Netanyahu debería renunciar. A lo largo de la guerra, la mayoría de los israelíes han querido que renuncie, ya sea inmediatamente o tras la guerra.
En la encuesta de Channel 12, una mayoría del 64 por ciento también quería que Bar renunciara –atribuyendo justamente la culpa al fracaso de su agencia el 7 de octubre–, pero eso no es lo mismo que ser despedido por un líder en quien no confían.
Sin forma de librar una guerra
El deterioro de la fe de los israelíes en su liderazgo es inseparable de un desarrollo dramático, pero poco observado en la opinión pública: una gran pérdida de confianza en la guerra misma.
En la encuesta del INSS de enero, el 55 por ciento de todos los israelíes pensaba que las Fuerzas de Defensa de Israel ganarían la guerra en Gaza –aunque «ganar» no está definido en la encuesta–. Esa tasa ha permanecido aproximadamente estancada durante meses: 57 por ciento el pasado junio, con un leve aumento al 59 por ciento en febrero.
Pero esa tendencia oculta una marcada caída entre la población judía –quienes son la gran mayoría de los que realmente luchan en la guerra–. En la encuesta del INSS de mediados de octubre de 2023, pocos días después del ataque de Hamás, el 92 por ciento de los judíos israelíes creía que las FDI ganarían. A principios de 2024, el 78 por ciento dio esta respuesta. El mes pasado, el 66 por ciento de los judíos creía que las FDI ganarían en Gaza.

Las encuestas de seguimiento del INSS también preguntan si los encuestados están seguros de que Israel logrará sus objetivos de guerra, aunque la pregunta no especificó cuáles son. Para junio de 2024, menos de la mitad de todos los israelíes –45 por ciento– sentía certeza de que todos o una gran parte de sus objetivos de guerra se lograrían (antes de eso, las encuestas solo preguntaban a judíos). Este hallazgo no ha cambiado desde entonces: el 45 por ciento de la muestra total dio la misma respuesta en febrero y, en este punto, ligeramente más israelíes –47 por ciento– creen que los objetivos no se lograrán.
Una vez más, las tendencias entre los judíos israelíes son significativas. Difieren de manera importante de los encuestados árabes y, como se señaló, son principalmente quienes luchan en la guerra. En octubre de 2023, solo el 21 por ciento de los judíos pensaba que Israel lograría solo una pequeña porción de sus objetivos de guerra en Gaza o ninguno; para este febrero, esa tasa se había duplicado, al 42 por ciento. Exactamente la mitad de los judíos dijo que los objetivos se lograrían.
Lo más revelador de todo es cuán pocos israelíes apoyan realmente un retorno a la lucha en Gaza.
El Índice de la Voz Israelí del Instituto de Democracia de Israel de finales de febrero encontró que el apoyo a la segunda etapa del acuerdo de rehenes, que incluye «un cese completo de las hostilidades, la retirada de Gaza y la liberación de prisioneros palestinos a cambio de la liberación de todos los rehenes», estaba aumentando: del 70 por ciento que estaba de acuerdo en enero al 73 por ciento el mes siguiente.
También en febrero, la encuesta del INSS encontró que solo un cuarto (24 por ciento) de los israelíes eligió «un retorno a combates intensivos» de entre tres opciones ofrecidas para el próximo paso de Israel en Gaza. El resultado fue apenas más alto entre los judíos: solo el 28 por ciento eligió la opción de volver a luchar.
Un gobierno que aboga tan enérgicamente porque sus ciudadanos luchen en una guerra sin fin no estará complacido al descubrir que la pluralidad de los israelíes, el 42 por ciento, prefiere en cambio que Israel se enfoque en «terminar la guerra en Gaza y establecer acuerdos diplomáticos». Incluso entre la población judía, una escasa pluralidad de un tercio prefirió terminar la guerra. Estas opciones son diferentes de la pregunta del Instituto de Democracia de Israel, que preguntaba sobre una sola opción que incluía la liberación de rehenes –pero el patrón pinta un cuadro de renuencia a reanudar la lucha-.
Sin duda, la izquierda no se sentirá alentada al saber que en la encuesta del INSS, aproximadamente un cuarto de los israelíes eligió la tercera opción de «crear las condiciones para alentar la migración de palestinos desde Gaza», incluyendo el 31 por ciento de los judíos. Pero este es el nivel típico y básico de apoyo para casi cualquier cosa que este gobierno diga o haga.
Para el resto de los israelíes –desde casi la mitad que no cree que Israel pueda lograr sus objetivos de guerra, hasta el 60 por ciento que quiere que Netanyahu renuncie, hasta el 73 por ciento que prefiere un fin completo de la guerra y la retirada de Gaza–, ¿queda alguna motivación para luchar?
Ya a mediados de 2024, las FDI experimentaron tasas de respuesta decrecientes para las convocatorias de reservistas. Para el momento del alto el fuego en enero, el problema era aún más generalizado y continuó hasta marzo. Haaretz informó este mes que «solo cerca de la mitad de los reservistas han estado presentándose a muchas unidades del ejército recientemente».
Desde entonces, una mayoría de los israelíes está experimentando el colapso de la confianza en las decisiones del liderazgo político; el campamento de Tel Aviv por un acuerdo inmediato de liberación de rehenes se ha estado expandiendo y apretando el perímetro del Ministerio de Defensa junto con protestas por los rehenes más frecuentes y enojadas; los manifestantes por la democracia de 2023 están llamando a inundar las calles una vez más con cada nuevo intento del gobierno de deshacerse de profesionales y barreras como el jefe del Shin Bet o el fiscal general. Tal vez todo esto se desvanezca si la guerra vuelve a rugir, pero ¿cuánto tiempo se puede suprimir tanto dolor y disenso?
Hasta ahora, los israelíes no han podido derrocar al gobierno a través de la oposición pública en las calles. Las próximas elecciones están lejanas, son una completa incógnita. Pero una de estas gotas podría eventualmente romper la maquinaria de guerra. Solo se puede esperar.