En 1897, Teodoro Herzl fundó en Basilea (Suiza) un organismo democrático para llevar adelante el proyecto de establecer un hogar nacional para el pueblo judío. Tras la concreción de este objetivo en 1948, el Congreso Sionista Mundial siguió funcionando como una expresión fundamental entre las comunidades judías del mundo e Israel.
El Congreso Sionista Mundial es mucho más que una reunión internacional: es el “parlamento del pueblo judío”, un espacio donde se debaten y definen las políticas que inciden en el presente y el futuro del Estado de Israel y las comunidades judías de la diáspora. Sus delegados, elegidos por voto directo, deciden sobre temas cruciales como la relación entre Israel y la diáspora, la educación judía, la integración de poblaciones marginalizadas en la sociedad israelí, el desarrollo de la periferia nacional y la identidad judía en un mundo cambiante.
El Congreso se reúne periódicamente y está compuesto por delegados de Israel (que representan el 39% del total), Estados Unidos (29%) y el resto del mundo (33%), incluyendo Argentina. Estos representantes son elegidos a través de las federaciones sionistas locales, como la Organización Sionista Argentina (OSA), que organiza las elecciones para definir quiénes llevarán la voz de nuestra comunidad al Congreso. Las decisiones tomadas en el Congreso influyen en un presupuesto anual de más de mil millones de dólares, ejecutados no sólo a través de la Organización Sionista Mundial (OSM), sino también entidades afiliadas como la Agencia Judía (Sojnut), el Keren Kayemet LeIsrael (KKL) y el Keren HaYesod, que operan en todo el mundo. Más allá de lo administrativo, el Congreso es un reflejo de las tensiones y aspiraciones del pueblo judío: ¿qué tipo de Israel queremos? ¿Qué judaísmo y sionismo representará a las nuevas generaciones? ¿Cómo poner en práctica la diversidad judía? ¿Y cómo se traduce en realidad concreta la idea de unidad de solidaridad judía?

Para los judíos progresistas del mundo cuya identidad está atravesada por Israel, la realidad del Estado judío muchas veces duele. Lejos de conformarse con la impotencia, la votación permite alguna esperanza de poder tomar las riendas del futuro en nuestras propias manos. Las últimas elecciones parlamentarias en Israel (de noviembre de 2022) fueron extremadamente desalentadoras, y tuvieron como resultado el regreso de Netanyahu al poder y la conformación de la coalición gubernamental más de derecha de la historia del país. Esto se refleja en la conformación de la delegación israelí al congreso, de unos 240 delegados. Sin embargo, desde ese momento, la realidad de la reforma judicial y luego de la guerra interminable y el abandono por parte del gobierno de los secuestrados, se viene generando una oleada de protesta popular que tiene el potencial de transformar la cara de la política y la sociedad israelí, devolviendo al centro los valores de solidaridad y de un sentimiento nacional que rechaza el nacionalismo mesiánico exacerbado de Bibi y sus socios. Como probablemente no haya elecciones en Israel a tiempo, el voto desde el exterior en el Congreso Sionista puede convertirse en una forma de apoyar el creciente movimiento israelí por la democracia, la justicia y los derechos humanos. En otras palabras, el Congreso puede decidir invertir en la reconstrucción del sur, o en la construcción de nuevos asentamientos ilegales; puede apoyar a la comunidad LGBTQ+ en Israel o crear nuevos proyectos que fortalecen la coerción religiosa y la intolerancia; puede financiar proyectos de integración de árabes israelíes a la economía o puede incentivar el proceso contrario. Siendo una entidad democrática, depende parcialmente de nosotros y de los judíos del mundo que decidan votar.
No es sólo en Israel que las decisiones tomadas por el Congreso tienen impacto. Hoy, la relación Israel-Diáspora que expresa el movimiento sionista no implica sólo apoyar a Israel desde el exterior o contribuir a su desarrollo mediante la aliá, sino que es un vínculo bidireccional, donde los profesionales y presupuestos que conforman las instituciones nacionales ubicadas en Israel pueden aportar e incidir en la vida judía en el exterior. La OSM tiene la capacidad de enviar docentes a escuelas judías, incidir en currículas educativas y de formación docente, financiar instituciones que congregan a personas con una identidad judía no reconocida por el liderazgo institucional, acompañar proyectos solidarios y de trabajo con poblaciones en riesgo, apoyar el liderazgo de mujeres y el derecho de los judíos LGBT a vivir su judaísmo, y mucho más. Por otro lado, existe el riesgo de que las instituciones judías internacionales pasen a ser controladas por quienes detentan una visión del judaísmo excluyente y dogmática. Este riesgo sólo se ha vuelto posible por la creciente indiferencia de los judíos por sus instituciones. Creo posible que la situación crítica de muchas comunidades judías, el creciente antisemitismo y la enorme preocupación que genera la situación de Israel durante el último año y medio nos puede sacar de ese letargo y llevar a más judíos a asumir la responsabilidad por estas formas de organización colectiva.
Este año, a través del Congreso Sionista tenemos la oportunidad de mostrar que ser sionista no es lo mismo que acompañar la derechización de Israel, ni a las guerras eternas, ni una expresión excluyente de lo que significa ser judío. Al contrario, el mayor acto de sionismo hoy es poder acompañar a quienes vienen luchando, en Israel y en el mundo, por un judaísmo del respeto, de la inclusión, de la democracia, de los derechos humanos y también -por más que cueste verlo en el horizonte cercano- de la paz.
En nuestro país, el voto al Congreso Sionista se realizará de forma virtual y comienza con una etapa de registro en abril y otra de votación en julio. Meretz Argentina participará de esas elecciones, con el objetivo de llevar al Congreso la expresión de los judíos progresistas argentinos a los que les interesa incidir en el futuro de la comunidad judía argentina y de Israel.