De Shamir a Netanyahu

El historiador Israel “Cacho” Lotersztain envió una nota para su publicación en Nueva Sion, donde cuenta la historia del encuentro de su joven hija Gabriela (fallecida) con el ex primer ministro israelí Itzjak Shamir, en el año 1996, en el contexto de su investigación sobre los judíos desaparecidos en la dictadura argentina y el accionar de Israel para salvar vidas de jóvenes de muestra comunidad. Una experiencia que -más allá del mayor o menos acuerdo con las ideas y el gobierno del exmandatario- el autor contrasta con la indiferencia de Netanyahu para con los rehenes cautivos en Gaza
Por Israel Loterstain

En marzo del año 1996 mi hija Gabriela, que finalizaba por entonces la carrera de Ciencias de la Comunicación, se decidió a encarar una detallada investigación sobre los judíos desaparecidos en Argentina durante el Proceso Militar de 1976 a 1983. Dicha investigación pudo completarla antes de enfermarse y la publicamos en forma póstuma (Gabriela falleció de leucemia en 2007) en un libro titulado “Los judíos bajo el terror” “Argentina 1976-1983”.

Pudimos ser testigos de que casi de inmediato uno de los temas fundamentales de la investigación de Gabriela debió centrarse en torno al papel que jugó Israel en el intento de salvar las vidas amenazadas de tantos jóvenes judíos en esos años, y el de tratar de ubicar y liberar a aquellos que ya habían caído en manos del terror implantado por el régimen (de los que por lo general muy poco podía saberse sobre lo que les había ocurrido). Las polémicas arreciaban al respecto: Israel había actuado y ayudado, en eso todos concordaban. Pero ¿había hecho todos los esfuerzos necesarios para salvar las vidas de los jóvenes judíos prisioneros o amenazados? Eran jóvenes judíos en peligro de muerte y/o prisioneros en lugares desconocidos, ¿estuvo Israel empeñando todos sus recursos o los limitaba cuidadosamente dada la ideología muy probablemente antiisraelí de dichos jóvenes? En torno a ese punto arreciaban las discusiones, que se acentuaban notablemente entre los familiares de las víctimas, especialmente cuando se ligaba la actitud israelí al tema de sus eventuales negocios con Argentina. Y dado que varios de los actores principales de lo ocurrido en la época, tanto exfuncionarios israelíes como víctimas de la represión se encontraban ya en Israel, a fines de 1996 Gabriela emprendió hacia allí un viaje para recoger sus recuerdos y sobre todo sus opiniones.

El viaje fue muy exitoso, y le posibilitó obtener información sumamente valiosa. Por un lado, recoger la experiencia de aquellos que, salvados gracias al accionar de la Agencia Judía y la Embajada, llegaron a Israel y se integraron a la vida en el Estado. Por el otro recibir explicaciones y recuerdos de funcionarios de aquel entonces sobre la posición oficial del estado judío, y las dificultades y limitaciones que se debía enfrentar para el salvataje de judíos en Argentina. El embajador de Israel en los peores años, Ram Nirgad, había fallecido, pero el ministro consejero entre 1977 y 1980 Hertzl Imbar, el embajador desde 1980 Dov Shmorak, y sobre todo el titular para Argentina de la Agencia Judía Dani Recanati (que tanto hizo por salvar a tanta gente) pudieron brindar información sumamente valiosa, que dota al libro de Gabriela de elementos fehacientes para formarse una opinión fundada en un tema tan sensible.

Pero ya próxima al final de su estadía y evaluando las entrevistas realizadas Gabriela concluyó que, en el fondo, pese al grado de libertad que siempre gozaban, los funcionarios estaban por entonces obligados a ejecutar las políticas que en aquel momento les fijaba la Cancillería israelí, en aquellos años a cargo de Itzjak Shamir, por lo que las eventuales explicaciones de este sobre las políticas implementadas serían fundamentales. Shamir en 1996 era ya un veterano miembro que finalizaba su último mandato para la Knesset, y amigos le adelantaron a Gabriela de que no era muy afecto a dar entrevistas. Pero ella decidió intentarlo, consiguió el teléfono de la secretaria, se comunicó, y aprovechando su buen hebreo (12 años en escuelas judías) le explicó su pedido y le agregó una dificultad adicional: la entrevista debería tener lugar al día siguiente dado que al otro ya tenía fijado el vuelo de regreso para Europa y Argentina. La secretaria fue sumamente escéptica, le explicó a Gabriela que aún en el muy hipotético caso de aceptar una entrevista, el día siguiente Shamir lo tenía cubierto con importantes reuniones programadas desde bastante tiempo. Le explicó con todo que lo consultaría, le pidió un teléfono donde llamarla y le prometió que durante el día le daría una respuesta, aunque era, como lo señalamos. muy escéptica sobre una posible entrevista sobre un tema tan antiguo. Pero media hora más tarde y para asombro de Gabriela la llamó y le informó que a Shamir le interesaba charlar el tema, pero que al día siguiente solo tendría media hora libre, entre las 17.30 y las 18.00 hs y que luego tenía reuniones impostergables. Le aconsejó llegar un poco más temprano, y tener las breves preguntas preparadas.

Perderse en Jerusalén no es muy raro para quienes no conocen la ciudad, y eso fue lo que le pasó a Gabriela que por ello no solo no llegó más temprano, sino que lo hizo a las 17.45 hs, o sea un cuarto de hora tarde, la mitad del tiempo previsto para la entrevista. Al abrirle la puerta del despacho de Shamir la secretaria de un notorio muy mal humor le dijo: “Solo te queda tiempo para un par de preguntas, a las seis debe salir”. Gabriela saludó calurosamente al ex primer ministro que le sonreía y le dijo (con una audacia que aún hoy me asombra): “En realidad me alcanza con formularle una sola pregunta. ¿Es cierto que Ud. ordenó no molestar demasiado a la Junta Militar con el tema de los muchachos y chicas judías secuestrados porque estaba interesado en la venta de armas israelíes a la Argentina?”

Itzjak Shamir tenía por entonces 81 años, Había llegado a Israel en 1934 y dirigido al Leji, uno de los grupos que se enfrentaron al mandato británico con métodos muy calificables de extremismo. Proclamado el Estado de Israel se incorporó al partido Herut de Menájem Beguin y fue elegido para la Knesset durante mucho tiempo. Y cuando Beguin llegó a ser primer ministro lo nombró su canciller, cargo que detentó cuatro años. Posteriormente, con la renuncia de Beguin al gobierno llegó al máximo cargo: primer ministro, y lo fue en total, sumados dos períodos, por ocho años. Y al margen de la evaluación política que podamos hacer de sus ideas no cabe duda de que, con razón, Shamir debía sentirse uno de los padres fundadores del Estado de Israel, que había alcanzado allí los más altos honores que un político podía aspirar, luego de una vida dedicada a crear primero y dirigir luego al estado judío.

Y de pronto a los 81 años, con todo ese formidable pasado detrás, cuando se estaba retirando con todos los honores de la política activa, vemos que se presenta súbitamente ante él una jovencita de 26 años, de la Argentina, que le dice que es periodista de investigación, y le lanza súbitamente en la cara lo que para él era sin duda una tremenda acusación: que por negocios no había salvado allí la vida de jóvenes judíos. Realmente lo esperable sería que expulsara de su despacho, con justa indignación, a quien viniera con semejante acusación…Pero insólitamente ocurrió exactamente lo contrario. Le preguntó a Gabriela si tenía tiempo, y ante su respuesta afirmativa le ordenó a su secretaria cancelar todas las reuniones que tenía previstas, algunas al parecer programadas de bastante tiempo atrás, y se decidió a dedicar al resto de la jornada a explicarle a Gabriela lo ocurrido en esos años con relación a la Argentina. Gabriela grabó casetes con por lo menos dos horas de preguntas suyas y las larguísimas respuestas y explicaciones de Shamir, material que además de servirle muchísimo para su investigación fue luego donado y hoy se encuentra en la División de Historia Oral de la Universidad Hebrea de Jerusalén.

¿Como se explica la reacción de Shamir que como vimos nos resulta tan extraña? Desde ya tan solo podemos conjeturar. Y nos resulta evidente (de hecho, lo dice en la conversación grabada) que para él la mera idea de que en Argentina se estuviera preparando un estudio donde se planteara siquiera la hipótesis de que él, ante la evidencia de que judíos estaban prisioneros o en peligro mortal, no actuó exprofeso y no hizo cuanto estaba en sus manos para liberarlos, le resultaba tan aberrante y le causaba tal preocupación que estuvo dispuesto a dedicar horas para explicar que tal cosa era una total calumnia.

No entra en los propósitos de esta nota enumerar las detalladas explicaciones que dio Shamir sobre la conducta de Israel en aquellos años tan terribles para la Argentina. Digamos tan solo que explicó largamente que la misma fue producto de la enorme complejidad de la situación que fue describiendo con suma precisión. Por un lado, debía contemplarse la forma de actuar en ese caso sin someterse a acusaciones de injerencia en los asuntos internos de otro país. Por el otro era notorio el antisemitismo de muchos o casi todos los militares argentinos, y el consiguiente temor de que un accionar equivocado resultara contraproducente. A ello se sumaban las protestas o insinuaciones de la dirigencia comunitaria judía argentina (o parte de la misma) que sostenían que el accionar israelí en la materia podía poner en peligro a la comunidad en su conjunto. Se sumaba a todo ello el accionar a veces caótico de organizaciones mundiales judías, que más que ayudar perjudicaban, y además la variable posición de los E.E.U.U. Pero lo que queremos resaltar es una postura que quedaba claro: lo que para Shamir era absolutamente no negociable era la decisión de salvar a judíos prisioneros, y/o en peligro mortal. Gabrielarecogeunafrase suya notable en su libro:

“Entre los judíos que sufrían la persecución militar había, en relación a Israel, dos grupos: el de aquellos que jamás habían tenido la menor simpatía por Israel y por el contrario la miraban con hostilidad, y aquellos otros que no descartaban de plano la posibilidad de emigrar hacia aquí e intentar adaptarse y rehacer su vida. A estos últimos podíamos con alguna frecuencia rescatarlos con mayor facilidad, pero tenían necesariamente que renunciar a la ciudadanía argentina y aceptar en el acto la israelí y nosotros de inmediato les confeccionábamos un pasaporte a través de los cónsules, los reclamábamos como ciudadanos nuestros y solíamos salvarlos. Otros se negaban a tal procedimiento. Pero en todos los casos, para ambos grupos, lo que buscábamos era salvarles la vida y obtener su libertad. Y estos lo hacíamos simplemente porque eran judíos, y salvar la vida y promover la libertad de un judío por todos los medios es una obligación sagrada.”

Hasta aquí los recuerdos. ¿Pero por qué los sacamos a la luz en este preciso momento? Para establecer comparaciones, lo que suele ser muy útil. Porque insólitamente Netanyahu, hasta del mismo partido político creado en su momento entre otros por Shamir, parece tener una actitud diametralmente opuesta a la de este. No vacila desde hace un año y medio en poner en riesgo total la vida y libertad de prisioneros israelíes en Gaza, y tira por la borda una tras otra las oportunidades de lograr la paz y cesar la masacre de palestinos y judíos. Es cierto que la situación, como todos lo saben, es producto de un ataque asesino, loco y criminal de fanáticos sin límite alguno, pero son centenares de miles los israelíes que noche a noche manifiestan en las calles sus sospechas que Netanyahu fue y es indiferente a la vida y sufrimientos de los prisioneros judíos y prosigue la guerra para no afrontar su responsabilidad en el fallido de la seguridad, que surgiría de una investigación objetiva. Ello sumado a la parálisis de su proceso de corrupción, detenido hasta el fin de la guerra.  Nos relatan algunos amigos que aparentemente Shamir y Netanyahu siempre se llevaron mal. Quizá el instinto del primero ya intuía como era en realidad el actual primer ministro de Israel.