En memoria de Julio Adin, el talentoso editor de la versión en español de la revista Dispersión y Unidad, en la que los más destacados intelectuales de Israel escribían artículos analizando, durante las décadas de 1970 y 1980, los problemas de la sociedad israelí y la compleja situación del conflicto árabe-israelí después de la “Guerra de los Seis Días”, en junio de 1967. *
“En vísperas del establecimiento del Estado de Israel, se publicó en Jerusalén un artículo sobre la cuestión ‘Derechos de minorías según la Halajá (legislación rabínica) en un Estado Judío en la Tierra de Israel’, escrito por Isaac Halevy Herzog, Gran Rabino de Israel en esos años. El artículo formaba parte de un tratado halájico (Ley Rabínica) comprehensivo y programático destinado a definir los lineamientos de un Estado Judío dentro del marco de la Torá”, señalaba Ravitzky en los primeros párrafos del citado escrito publicado originalmente en Jerusalem en 1984.
“El futuro Estado judío —señalaba el rabino Herzog— debería evitar activamente toda suerte de discriminación contra sus habitantes árabes, tanto musulmanes como cristianos. Sus investigaciones sobre este tema negaban la validez de cualquier argumento religioso destinado a privar a los árabes de su derecho a residir en Eretz Israel, poseer tierras y profesar libremente su culto. El rabino Herzog examinaba estas cuestiones tanto desde un punto de vista principista como desde una perspectiva pragmática”, continuaba.
“Estaba convencido de que ningún rabino con la cabeza bien puesta y con un mínimo de sentido común discutiría estas conclusiones (…) Sin embargo, hoy, en este tiempo y lugar, la cuestión ha resurgido en términos más álgidos, aunque en un nuevo contexto y con un estilo muy diferente que refleja un variado conjunto de problemas y una nueva ideología. Me refiero al Kahanismo, que incluye en su plataforma los siguientes contenidos:
- Negar derechos civiles a los árabes.
- Demandar su alejamiento físico del territorio de Israel.
- Fomentar la violencia y la actividad terrorista contra ellos.
- Separar entre judíos y no judíos en áreas residenciales, instituciones educativas, playas, etc.
- Prohibir por ley (con pena de prisión) las relaciones sexuales entre hombres judíos y mujeres no judías y viceversa.
- Oponerse a un régimen democrático en un Estado judío.
- Rechazar a los judíos laicos, liberales y de izquierda como interlocutores válidos.”
Hasta aquí, el texto de Aviezer Ravitzky, Profesor Emérito de la Universidad Hebrea de Jerusalén en el área de Pensamiento Judío y, a su vez, un judío religioso.
Cuando su artículo ya estaba terminado, importantes personalidades israelíes expresaron su repudio a la ideología de Kahane, lo cual el profesor Ravitzky incorporó al final de su texto. El primero de ellos fue el Presidente del Estado de Israel, quien declaró:
“Un programa que aboga por el racismo, la discriminación y la negación de derechos es contrario a la Torá de Israel y no tiene cabida en un Estado Judío. Enfrentarse con este vergonzoso fenómeno constituye un desafío moral para el pueblo judío, que ha sufrido a lo largo de su historia la persecución, la expulsión, el odio y la discriminación. El fenómeno del Kahanismo está en total contradicción con los exaltados valores humanos del Judaísmo y el Sionismo, arraigados en la Torá de Israel y en la Declaración de la Independencia”.
El juez de la Suprema Corte de Justicia, Menajem Eilon, en el caso de la presentación de la lista de “KaJ” a las elecciones de la Knéset en 1984, manifestó:
“El contenido y los objetivos de la lista de KaJ están en flagrante contradicción con las doctrinas del judaísmo, sus leyes y costumbres. Contradicen totalmente los valores morales básicos de nuestro pueblo y los principios fundamentales de la Declaración de la Independencia de Israel, así como los fundamentos de las democracias ilustradas. Constituyen un intento de hacer adoptar al Estado Judío nociones y actos sostenidos y practicados por las más degeneradas naciones de nuestro tiempo”.
A su vez, el Asesor Legal del Gobierno escribió:
“El fenómeno del kahanismo es vergonzoso y abominable, y contradice de modo flagrante todos los valores que respetamos. Contradice también la ley internacional. Distorsiona la cosmovisión del pueblo judío y mina las bases del Estado de Israel. Carece de corazón y de humanidad. El kahanismo es un fenómeno que alienta la matanza de inocentes y es, por eso, intolerable. Constituye un peligro no solo para los árabes sino también para Israel y para todo el pueblo judío”.
El más contundente —según Ravitzky— fue el diputado Eitán, del partido derechista Jeirut, quien elaboró una detallada comparación entre las propuestas legislativas de Kahane y las leyes de Núremberg.
(En 1985, Meir Kahane regresó a Estados Unidos y murió asesinado en 1990, en la ciudad de Nueva York).
La influencia de las ideas extremas de Meir Kahane sobre muchos judíos ultraortodoxos en Israel se mantuvo incluso después de su muerte.
En 1993, se firmó el Acuerdo de Oslo, auspiciado por Bill Clinton, documentado en el apretón de manos entre Itzjak Rabin y Yaser Arafat frente a la atenta mirada del presidente de los Estados Unidos.

Los Acuerdos de Oslo implicaron el reconocimiento del Estado de Israel por parte de la OLP y el reconocimiento de la Autoridad Nacional Palestina por parte de Israel. Una de las cláusulas establecía un plazo de cinco años para solucionar los diferentes problemas que permitirían traducir este mutuo reconocimiento en acuerdos concretos.
Este acuerdo provocó un violento rechazo de los sectores ultraortodoxos identificados con las premisas de Meir Kahane. Las violentas manifestaciones en las que se proclamaba la consigna “¡Muerte a Rabin!” ya anticipaban el desenlace: su asesinato en noviembre de 1995.
Este magnicidio constituyó un punto de inflexión en la historia del Estado de Israel.
Reflexiones finales
El actual gobierno de Israel es ilegítimo, porque Netanyahu incorporó a su coalición a dos partidos que sostienen las ideas de Meir Kahane, las mismas que en 1984 provocaron el repudio de las personalidades cuyas opiniones transcribimos anteriormente.
Es una vergüenza para el Estado de Israel, para la sociedad israelí y para el pueblo judío de la Diáspora que dos personajes nefastos como Ben Gvir y Smotrich, que no tienen reparo en hacer públicas sus ideas racistas y xenófobas, formen parte del actual gobierno.
Mucho antes del trágico 7 de octubre de 2023, Netanyahu y sus dos secuaces fascistas intentaron modificar sustancialmente el régimen jurídico del Estado de Israel. No lo lograron gracias a la reacción de vastos sectores de la sociedad israelí, que protagonizaron manifestaciones masivas semanales en distintas ciudades del país.
Efraim Halevy, uno de los más talentosos directores del Mosad, manifestó en 2022 su férrea oposición a la reforma judicial impulsada por Netanyahu y respondió en una entrevista desde Estados Unidos:
“I cannot accept Netanyahu continuing to lead this country”
(No puedo aceptar que Netanyahu siga liderando este país).
El intento de Netanyahu, Ben Gvir y Smotrich reflejaba claramente su intención de modificar sustancialmente el carácter democrático del Estado de Israel.
A quienes quieran justificar que “podían hacerlo porque triunfaron en elecciones democráticas”, respondo que también Hitler accedió al poder por esa vía… y ya sabemos lo que ocurrió después.
El hecho de que Netanyahu se haya desentendido desde el primer momento de la suerte de los rehenes israelíes capturados por Hamás debería ser razón suficiente para invalidarlo como primer ministro. Más aún: que, al día siguiente del secuestro, no haya intentado hablar con el príncipe de Catar para lograr la inmediata devolución de los niños Bibas y su madre, ni haya buscado la intervención del Vaticano y otros países, constituye un ejemplo inaudito de indiferencia ante un tema tan doloroso.
Netanyahu, Ben Gvir y Smotrich son traidores al Estado de Israel y deben ser juzgados por la Suprema Corte de Justicia de Israel o por un tribunal especial designado para evaluar los actos de su gobierno.
El creciente antisemitismo en muchos países es una consecuencia directa de las políticas del gobierno de Netanyahu.
Las severas críticas a Israel de países amigos como Alemania y Gran Bretaña por la continuación de la guerra en Gaza constituyen otro síntoma muy preocupante, al igual que la tensa relación actual entre Trump y Netanyahu.
También es necesario proponer que investigadores judíos y no judíos estudien por qué el secuestro de civiles en el criminal y perverso ataque del 7 de octubre de 2023 no motivó reacciones de repudio contra Hamás por parte de organizaciones feministas o de derechos humanos. Por el contrario, muchas manifestaciones de apoyo a Hamás ignoraron que se trata de una organización terrorista, desinteresada por el bienestar de los habitantes de Gaza, a pesar de los millonarios aportes recibid
Asimismo, las Naciones Unidas deben ser objeto de una profunda investigación sobre la actuación de la UNRWA, creada en 1949 para asistir a los refugiados palestinos. El hecho de que miembros de Hamás hayan sido empleados de esta agencia —como ya fue comprobado— permite concluir que no es confiable para participar en eventuales negociaciones de paz.
La masacre del 7 de octubre debería llevar a que Hamás desaparezca, no por decisión de Israel, sino por decisión de los países árabes, quienes deberían considerar a Hamás como un obstáculo total para cualquier proyecto político, económico o educativo que mejore sustancialmente la vida de la población de Gaza.
Mientras redactaba este último párrafo, era plenamente consciente de que planteaba un proyecto utópico que requiere, en primer lugar, la decisión de los países árabes de desarticular completamente a Hamás, cuyo único objetivo es la destrucción del Estado de Israel.
Este artículo fue completado cuando se cumplían 600 días desde el inicio de la guerra contra Hamás. Esa cifra jamás habría formado parte de las hipótesis de conflicto de ningún gobierno israelí ni de los altos mandos del ejército. La desatención hacia los rehenes constituye una traición por la cual Netanyahu, Ben Gvir y Smotrich deben rendir cuentas.
Este juicio ejemplar es fundamental para posibilitar la refundación del estado de israel y la redacción de una constitución ejemplar, en la que los valores de la paz, la democracia, los derechos humanos y la identificación con los valores humanistas del judaísmo, reflejados en las enseñanzas de los profetas de israel, orienten a los futuros gobernantes.
Esta refundación requerirá el aporte orientador de sociólogos, psicólogos, poetas, escritores, artistas y cineastas, cuyas sensibilidades y conocimientos ayuden a la sociedad israelí a sobreponerse a los efectos traumáticos del cruel e imperdonable ataque del 7 de octubre.
Los juicios a Netanyahu, Ben Gvir y Smotrich constituyen una condición sine qua non para comenzar a curar el alma herida de la sociedad israelí.
Esta tarea demandará muchos años. Para lograrla, la nueva Constitución deberá prohibir la participación de agrupaciones políticas o ideológicas que profesen ideas racistas y xenófobas, contrarias a la Torá, al Talmud y a la Declaración de la Independencia, aprobada en 1948 por representantes de todas las corrientes ideológicas y religiosas reunidas en Tel Aviv.
Somos conscientes de que los desafíos futuros son enormes, pero estamos seguros de que la población israelí tendrá la resiliencia y creatividad necesarias para celebrar, en 2048, con orgullo y alegría —junto a las comunidades judías del mundo y en convivencia con sus ciudadanos árabes— los 100 primeros años de existencia de Medinat Israel.
* Julio Adin finaliza la introducción que escribió para este número diciendo:“Especial repercusión siguen ejerciendo sobre la sociedad israelí y su escala de valores morales, las secuelas de la cruenta guerra en el Líbano.Esta es la peculiar encrucijada en la que vive el Estado Judío. A analizar en profundidad esta coyuntura histórica está dedicada esta entrega de Dispersión y Unidad, en la que calificados intelectuales y académicos israelíes hacen oír su voz en relación con los acuciantes problemas que, indefectiblemente, van a decidir el futuro mismo de Israel en los próximos años”.
Nota: la foto de portada corresponde al profesor Aviezer Ravitzky