En tiempos de brutal hegemonía neoliberal que “ha convertido la vida diaria en una pesadilla distópica”, Argentina “corre el riesgo de quedar aún más rezagada en el panorama académico mundial”. El informe del Center for World University Rankings 2025 desnuda el relato del gobierno de @javiermilei, mostrando cómo el desfinanciamiento de las universidades y del sistema de ciencia e innovación nos aleja cada día más del mundo.
Siete universidades argentinas aparecen en la edición 2025 del ranking Global 2000 del Center for World University Rankings, que analizó 21.642 casas de estudios superiores sobre la base de cuatro factores: calidad educativa (25 %), empleabilidad (25 %), calidad del cuerpo docente (10 %) e investigación (40 %).
La Universidad de Buenos Aires, que registró una baja en los indicadores de empleabilidad e investigación, pero mostró mejoras en la calidad educativa, se ubicó en el puesto 409. La Universidad Nacional de La Plata quedó en el puesto 752 del ranking. La Universidad Nacional de Córdoba (UNC) en el 819; la Universidad Nacional de Rosario, en el 1576; la Universidad Nacional del Litoral, en el 1693; la Universidad Nacional de Cuyo, en el 1793; y la Universidad Nacional de Mar del Plata, en el 1841, completan el registro de universidades argentinas entre las 2000 primeras.
“Lo alarmante es el retroceso que provocaron los recortes del Gobierno… En un momento en que la mayoría de los países están priorizando el desarrollo de la educación y la ciencia, la Argentina está luchando por sostenerla”, sostiene el informe de CWUR, que agrega que “sin un mayor financiamiento y una planificación estratégica, el país corre el riesgo de quedar aún más rezagado en el acelerado panorama académico global”.
“Vamos a contramano de las políticas de cualquier país desarrollado del mundo”, afirmó Pablo Evelson, decano de la Facultad de Farmacia de la UBA, apuntando que “el problema de los salarios… afecta a los becarios del Conicet y a los docentes de dedicación exclusiva, lo que debilita los equipos de investigación… La Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (Agencia I+D+I), principal entidad financiadora de proyectos científicos del país, está paralizada”.

En el Conicet y en las universidades públicas se origina más del 75 % de la producción científica del país. Los ingresos a la carrera de investigador están virtualmente suspendidos, al igual que el ingreso de personal técnico. Los investigadores califican la situación actual como un “cientificidio”.
A esto se suma “el cierre de programas que sostenían el sistema, entre ellos los sistemas nacionales de grandes equipamientos; Raíces, que permitía la repatriación de investigadores en el exterior; o los contratos con todas las editoriales científicas, cuya cancelación bloquea el acceso a las publicaciones científicas de todo el mundo”.
Desde el Consejo Interuniversitario Nacional denunciaron, en un comunicado, la “parálisis total” de casi todos los programas de la Secretaría de Innovación, Ciencia y Tecnología, y la “ausencia de una política para la ciencia, la innovación y el desarrollo del país”. El sistema científico atraviesa “una crisis sin precedentes” que, de mantenerse la situación actual, implicará que el financiamiento para el sector representará apenas el 0,15 % del PBI, “el nivel más bajo en toda nuestra historia”.
Nadim Mahassen, presidente del CWUR, señaló que “en un momento en que varios países priorizan el desarrollo de la educación y la ciencia, Argentina lucha por mantenerse al día”. “Sin una financiación más fuerte y una planificación estratégica más sólida, Argentina corre el riesgo de quedar aún más rezagada en el panorama académico mundial”, agregó el representante del organismo que publica el ranking académico de universidades globales desde 2012.
Tomando las universidades de América Latina, la UBA ocupa el quinto puesto, superada por la Universidad de São Paulo (118), la Universidad Nacional Autónoma de México (282), la Universidad Federal de Río de Janeiro (331) y Campinas (369). La Pontificia Universidad Católica de Chile (415), la Universidad de Chile (453), la Universidad Estatal de São Paulo (454), la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (476) y la Universidad Federal de Minas Gerais (497) complementan la lista de las diez mejor consideradas por el CWUR. En todos los casos –Brasil, México y Chile– corresponden a países que han puesto la inversión en educación superior y ciencia como prioridad.
Es el primer año que Estados Unidos no es el país con mayor cantidad de universidades en el ranking, siendo superado por China. “Pese a que las universidades norteamericanas aún copan el top 10 mundial del ranking, el declive de la gran mayoría de sus instituciones de educación superior debería ser motivo de preocupación para la administración de Trump”, señala el informe. Harvard encabeza la lista, seguida del MIT y Stanford. En tanto, las británicas Cambridge y Oxford ocupan el cuarto y quinto puesto, respectivamente, siendo las dos instituciones públicas mejor calificadas.
“Las universidades chinas están cosechando los frutos de años de apoyo financiero, aumentando su presencia en los rankings, mientras las instituciones de EE. UU. están lidiando con recortes en la financiación federal y disputas sobre la libertad académica y de expresión. Con China superando a Estados Unidos como el país con mayor número de universidades en el ranking, su reputación en el ámbito global de la educación superior está seriamente amenazada”.
El presidente Trump ha acusado a las universidades de ser un “bastión de antisemitismo”, de promover “ideas woke y de izquierda radical” e incluso de tener “vínculos con el Partido Comunista Chino”. Entre sus medidas contra Harvard, en el último mes, incluyó recortes de fondos, la cancelación de contratos federales y un último capítulo de embestida contra los extranjeros.
Tal vez Mariano Plotkin, historiador, investigador y docente, tenga razón cuando señala que “se fueron a la mierda todas las categorías de análisis… Quedamos aferrados a categorías que ya no funcionan cuando salís a la calle y te encontrás con la realidad… Entonces, ahí es donde se producen estas cosas que parecen anomalías, pero que no lo son”.
Hegemonía neoliberal que, como señala Ricardo Ragendorfer, “ha convertido la vida diaria en una pesadilla distópica, un castigo orwelliano”. Quizás, parafraseando a Castelli, podríamos decirle al futuro que no venga.