1. Iniciar una guerra por decisión propia, en un Estado democrático, exige una causa inmediata y clara. El gobierno y las FDI afirman que existe tal causa, en forma de una “irrupción iraní hacia la bomba en los últimos días”. No se han presentado pruebas al respecto, al menos hasta ahora. También se mencionan afirmaciones sobre la producción de misiles balísticos y sobre la finalización de una nueva instalación subterránea. Estas no son alegaciones aceptables en el derecho internacional ni en el ámbito internacional.
2. La verdad es que Netanyahu buscaba un pretexto para iniciar esta guerra, por motivos personales y políticos que todo israelí y todo actor internacional entiende perfectamente. Aún está por verse si el sistema de defensa e inteligencia cumplió su función en los procesos de toma de decisiones, o si fue doblegado y colaboró con intereses ajenos del nivel político. Surge una seria preocupación de que una “oportunidad operativa histórica” y la necesidad de hacer olvidar el 7 de octubre y la fallida guerra en Gaza también hayan marcado el rumbo incluso en los niveles profesionales superiores.
3. Objetivos de la guerra: Como los israelíes ya han aprendido, o al menos deberían haber aprendido, definir los objetivos de una guerra es un asunto crítico. El gobierno fracasó y sigue fracasando en este punto frente a Hamás en Gaza.
Los objetivos reales de la guerra aún no han sido revelados. Pero se puede suponer que incluyen: un retraso significativo del proyecto nuclear iraní (¿un año?, ¿dos años?), un golpe a la producción de misiles y drones, y —aunque menos claro, pero emergente— desestabilizar el régimen hasta provocar su caída.
4. Por ahora es prematuro evaluar en qué medida se han visto afectadas las capacidades nucleares y misilísticas de Irán, y con mayor razón, es demasiado pronto para saber si el régimen ha sido desestabilizado y en qué grado.
Lo que sí puede preverse con alta probabilidad es que Irán declarará que Israel es el agresor, y que esta posición recibirá el respaldo de Rusia y China, y del bloque de países “no alineados”, es decir, la mayoría de los Estados miembros de la ONU.
Es probable que también Arabia Saudita, los países del Golfo y otros Estados árabes se unan a esta postura. Y probablemente también países europeos. Incluso Estados Unidos, al momento de redactar estas líneas, no justifica la ofensiva israelí sino que se distancia de ella.

5. Estados Unidos e Israel: Netanyahu lleva décadas tratando de arrastrar a EE.UU. a una guerra contra Irán. Los presidentes demócratas lo comprendieron y lo evitaron. Trump, durante su primer mandato, se sintió tentado a eliminar a Soleimani —quien operaba contra EE.UU. en Irak y Siria—, pero declaró públicamente que Netanyahu “lo decepcionó” cuando no cooperó.
No está claro cuál es el cálculo actual de Trump, ni en qué medida sirve a los intereses de Estados Unidos, si es que los sirve. Los iraníes dejaron claro de antemano, como ya lo han hecho en el pasado, que consideran a Israel un apoderado (proxy) de EE.UU., y que cualquier movimiento israelí provocará también una respuesta iraní contra objetivos estadounidenses. Como se sabe, EE.UU. evacuó parcialmente instalaciones en Medio Oriente en los últimos días.
La posición oficial estadounidense es: “Estábamos al tanto del plan israelí, pero no participamos en él”, y también: “Si Irán responde, nosotros también responderemos”.
Al parecer, la administración estadounidense espera forzar a Irán a volver a la mesa de negociaciones con menos cartas y más presión para llegar a un acuerdo. Este escenario no puede descartarse del todo, pero su probabilidad es baja y requeriría que “se alineen todos los astros en tríadas”… Es más probable que Irán entre en una fase prolongada de guerra abierta contra Israel y de guerra por delegación (proxy war) contra EE.UU. en toda la región. Y Trump podría encontrarse dirigiendo una Gran Guerra en Medio Oriente, en total contradicción con las promesas que hizo a su electorado.
6. Quizás el punto más importante: Irán actúa bajo una doctrina de “paciencia estratégica”. Ha desarrollado su proyecto nuclear durante unos 40 años. No renunciará a él de la noche a la mañana, incluso si el logro militar israelí supera toda imaginación. De hecho, casi podría decirse que ocurrirá lo contrario.
Es probable que el régimen de Netanyahu haya otorgado al régimen iraní legitimidad interna e incluso internacional para adquirir armas nucleares.
La narrativa iraní podría ser: “Nuestras instalaciones nucleares civiles, así como objetivos militares y civiles en nuestro territorio, fueron atacados por un Estado nuclear rebelde, cuyo líder es un criminal de guerra buscado por la Corte Penal Internacional. En estas circunstancias, tenemos el derecho y el deber no solo de defendernos, sino también de armarnos con armas nucleares”.
7. En resumen: Netanyahu ha abierto una nueva era en Medio Oriente. Una era de “guerra nuclear” entre Israel e Irán. Una guerra cuya causa declarada es detener el proyecto nuclear, pero que en realidad constituye una amenaza al núcleo del régimen iraní.
Esto no es una “operación”, no es una “campaña”, ni siquiera es “otra guerra más”. Es una nueva página en la historia israelí. Y las condiciones, circunstancias y actores en el lado israelí —provocan espanto.
Ninguna guerra israelí anterior fue dirigida por personas tan poco aptas, tan pocas en número, que destruyeron las instituciones del Estado y sus procesos de toma de decisiones, y que actúan motivadas enteramente por intereses ajenos e inválidos.
Y cuando también en Washington se sienta un presidente claramente no apto, que además debilita y desmantela con rapidez y fuerza alarmantes la democracia estadounidense y los pilares de sus instituciones estatales, la historia se encoge de miedo.
* Diplomático y estratega con más de 20 años de experiencia en altos cargos gubernamentales. Fue jefe adjunto del Consejo de Seguridad Nacional y jefe de la División de Planificación Política del Ministerio de Asuntos Exteriores de Israel. En 2015, fundó el Israel Center for Strategic Futures , una ONG comprometida con la introducción de la prospectiva innovadora en el proceso de toma de decisiones y el discurso público israelíes.