Ninguna otra guerra en la historia bélica israelí muestra —como esta guerra interminable en Gaza— la deleznable mentalidad suma cero del gabinete de guerra y su talla inmoral. La reciente declaración del ministro de Defensa la resume de modo cabal: «Katz: concentraremos a toda la población de Gaza en una ‘ciudad humanitaria’ sobre los escombros de Rafah». (Haaretz, 8/7/25, p. 4). La vuelta mundial al pensamiento suma cero es, en cierto modo, una reacción contra el pensamiento de suma positiva de la era posterior a la primera Guerra Fría: la idea de que la democratización política y la globalización económica podrían beneficiar a todos. Más aún: se creyó, tal como dijo Hal Brands, profesor de Asuntos Globales de la Universidad Johns Hopkins y miembro del American Enterprise Institute, que «Estados Unidos podría diseñar un orden internacional en el que casi todo el mundo podría participar y convertirse en un actor responsable».
Pero en la segunda era Trump, el discurso de la guerra (no solo comercial) está implantando nuevamente por la fuerza la mentalidad suma cero en todo el mundo, especialmente en Medio Oriente.
Si en el Norte Global la mentalidad suma cero impone la competencia despiadada para rechazar la creencia en la cooperación y posibilitar que diversos grupos puedan disfrutar del bienestar, en el Sur Global está fulminando la esperanza de que numerosos países, etnias y comunidades nacionales puedan convivir en paz.
La presente Segunda Guerra fría parece legitimar la expandida actitud binaria cínica de «Nosotros o Ellos». El pensamiento suma cero se ha globalizado: la creencia de que la vida es una batalla por recompensas finitas en la que las ganancias para uno significan pérdidas para otro.
En la era Trump, dicha mentalidad suma cero está destrozando a la legalidad internacional que se basaba, en gran medida, en la idea de que la interdependencia y las normas impulsan las oportunidades para todos los países, una aspiración que logró cuatriplicar el crecimiento económico desde la década de 1980 e incluso logró tratados de desarme nuclear de las superpotencias.
También Vladimir Putin, en Rusia, y Xi Jinping, en China, han exhibido la visión suma cero del mundo, en el que las potencias más grandes consiguen imponer sus voluntades, mientras que las más débiles están obligadas a sufrirlas.
La Israel de Netanyahu la adoptó desde su primer gobierno; consiguió dejar a un lado las normas del derecho internacional: primero, boicoteando los acuerdos con los palestinos según los tratados Oslo I y II y, después, haciendo un uso desmedido del derecho a la autodefensa desde la masacre del 7/10. Durante los 19 meses de la actual guerra interminable en Gaza su consigna es la más radical entre políticos de mente suma cero: «Con nosotros o contra nosotros».
Pero el pensamientosuma cero de Netanyahu hoy es máspeligroso que nunca porque impide poner fin a la guerra, secuestra el pensamiento político, agudizala beligerancia «hasta la victoria total».Su suma ceroperviertela voluntad negociadoraal rechazar lo que un estadistadeberíahacer mediantela cooperación y la visión estratégica a fin de convivir con el enemigo militarmente derrotado. Y después de la Guerra de los 12 días, en vez de un acuerdo con Irán, sus amenazas aceleran su transformación en un peligroso Armagedón. «Las personas con mentalidad de suma cero pueden perderse fácilmente una situación en la que todos ganan. Pero el peligro mucho mayor para el pensamiento suma cero es el de perder.» (Damien Cave, «Bienvenidos a la era de suma cero»,The New York Times, 5/3/25).
Ahora bien: la mentalidad suma cero de quienes planifican construir una «humanitaria» ciudad concentracionaria para dos millones de gazatíes después de haber destruido todo vestigio de infraestructura civil, es una mentalidad suma cero inmoral.
El objetivo declarado de esa mentalidad israelí de extrema derecha es recluir a toda la población gazatí en un inmenso campo de concentración a ser construido para facilitar la lucha contra Hamás, y alentarla a «emigrar voluntariamente» a otros países, tal y como propuso el presidente Donald Trump a principios de añoy acaba de recordarlo en su reciente encuentro con Netanyahu en Washington.
¿Áreas de Tránsito Humanitario?
Pero la madre del borrego del plan concentracionario fue concebido por el engendro neo-colonial denominado Fundación Humanitaria de Gaza (GHF, por sus siglas en inglés). Creado con el apoyo de Estados Unidos e Israel, el GHF se propone suplantar los mecanismos de coordinación de la ayuda alimenticia liderados por las Naciones Unidas en Gaza. Su despliegue de servicios desde mayo pasado ha sido caótico. Sus guardias y fuerzas armadas israelíes han matado a más de 600 palestinos y herido a otros 4.000 al disparar contra civiles que buscaban desesperadamente acceso a los escasos puestos de distribución de alimentos. Esta Fundación «Humanitaria» de Gaza podría ser imputada de complicidad por crímenes de guerra, según grupos de derechos humanos.

Precisamente a esta Fundación, la agencia Reuters le atribuyó recientemente un plan de crear campamentos cínicamente denominados «Áreas de Tránsito Humanitario» para albergar a los palestinos con el objetivo de «des-radicalizarlos». El plan forma parte de una estrategia global suma cero para poner fin al control de Hamás sobre el enclave de Gaza.
Sin embargo, la GHF reconoció a Reuters haber estudiado diversas opciones teóricas para entregar la ayuda de forma segura en Gaza, pero que «no estaba planificando ni implementando Zonas de Tránsito Humanitario».
Sus supuestos móviles humanitarios revelan, sin reservas, la inmoralidad del plan urbano.
En primer término, los palestinos, una vez concentrados en la nueva «ciudad humanitaria», tras pasar un control de seguridad en el que Israel examinará si son agentes de Hamás, ya no podrán salir de ella, advirtió Katz. Esta nueva zona albergaría, inicialmente, a unos 600.000 gazatíes de la zona costera de Al-Mawasi, cercana a Rafah, a la que han sido forzados a desplazarse durante estos meses tras ser evacuados de sus hogares. Según el ministro de Defensa israelí, Tzahal solo se encargaría de custodiar a la nueva «ciudad humanitaria», donde se instalarían nuevos puestos de reparto de ayuda, mientras que su gestión quedaría en manos de organismos internacionales.
En segundo término, Reuters informó que el plan, con un costo de 2.000 millones de dólares, ya fue presentado a la administración Trump y se debatió recientemente en la Casa Blanca. El plan describe a los campamentos como «de gran escala» y «voluntarios», lugares donde los gazatíes puedan «residir temporalmente, des-radicalizarse, reintegrarse y prepararse para reubicarse. si así lo desean».
Pero, en tercer término, según The Guardian, durante el último fin de semana se reveló que una consultora involucrada en el GHF firmó un contrato multimillonario para desarrollar la iniciativa, diseñando un plan para reubicar a los palestinos de Gaza. Una investigación del Financial Times reveló que su trabajo incluye la elaboración de modelos financieros para la reconstrucción postbélica de Gaza, encargados por patrocinadores israelíes, con un escenario que prevé la reubicación voluntaria de los palestinos del enclave. Esto implicaría el pago de «paquetes de reubicación» a 500.000 personas por un valor de 9.000 dólares por cápita para animarles a abandonar el territorio. El modelo supondría que una cuarta parte de los palestinos optaría por abandonar Gaza, y que tres cuartas partes de ellos probablemente no regresarían. Se estimó que el costo de la expulsión de los palestinos sería 23.000 dólares más barato, por palestino, que el costo de brindarles apoyo en Gaza durante la reconstrucción. (MEE Staff, «GHF proposed camps for Palestinians to ‘reside, de-radicalise and re-integrate,’ report claims», Middle East Eye, 7/7/25)
En resumen, la inmoralidad de tal plan «humanitario» pretende camuflar impunemente dos gravísimos crímenes de guerra en que incurre Israel en Gaza: el desplazamiento o traslado forzado de población civil en territorio ocupado y la limpieza étnica. Todos los judíos, en Israel y en la diáspora, debemos denunciar esta inmoralidad que se comete no en nuestro nombre.
El anuncio del ministro sobre el plan llega mientras Benjamín Netanyahu y Donald Trump abordan la propuesta de un alto el fuego de 60 días durante los cuales se realizarían intercambios de rehenes por presos palestinos. Es durante esa tregua que, según el titular israelí de Defensa, comenzaría la construcción de esta nueva «ciudad humanitaria», si las condiciones lo permitiesen. (Haaretz, 8/7/25)
La reacción del público israelí aún no se escucha: todos están pendientes de que Trump imponga a Netanyahu en Washington el ansiado alto el fuego para liberar rehenes a cambio de prisioneros palestinos.
La propuesta sobre la mesa, pergeñada por su enviado especial en Oriente Medio, Steve Witkoff, contempla esta tregua de 60 días en la ofensiva israelí, durante la cual Hamás liberaría en la primera etapa 10 rehenes vivos (ocho inmediatamente y 2 al cabo de cincuenta días) y devolvería 18 cuerpos que permanecen en Gaza.
Pero la angustiosa incertidumbre respecto a los 10 rehenes vivos pendientes y al resto de los muertos israelíes es total. Una dolorosa certidumbre es compartida por la mayoría de los familiares de los secuestrados: la actitud del primer ministro al no aceptar negociar el fin de la guerra para lograr el canje de todos los rehenes por temor a que caiga su coalición de ultraderecha es inmoral.
Posdata
Tzahal eligió nombrar algunas de las operaciones bélicas de represalias en Gaza de manera más o menos coherente en relación con el tipo de acción militar y la intensidad de fuego, a pesar de que ciertos nombres metafóricos no siempre fueron acertados. Algunos ejemplos bastan para contrastarlos con las dos denominaciones elegidas para la más letal y prolongada guerra de Tzahal en Gaza desde el 8 de octubre 2023: «Espadas de hierro» y «Carros de Gedeón».
Laoperación «Lluvias de verano» fue lanzada el 28 de junio 2006 en Gaza con carros blindados para liberar a un soldado secuestrado por terroristas palestinos: 165 civiles gazatíes muertos en un mes.
La operación «Plomo Fundido» —27/12 al 18/1/2009—, en represalia al lanzamiento de cohetes por Hamás, provocó la mayor matanza de palestinos en 40 años: más de 1.300 muertos y 5.000 heridos.
La operación «Margen protector» —8/7/ al 26/8/2014— fue la más letal hasta entonces contra Hamás por el intenso fuego de aviación, artillería naval y después terrestre, en respuesta al asesinato de tres jóvenes israelíes en Cisjordania. La incursión causó 2.251 palestinos muertos (1.462 civiles; 551 de ellos, niños) y 67 soldados y seis civiles israelíes
Finalmente, la «Operación de los muros» contra objetivos de Hamás en represalia al lanzamiento masivo de cohetes, que duró desde el 9 hasta el 20 de mayo 2021, fue la peor escalada de violencia en los últimos siete años desde 2014: 243 gazatíes murieron (de ellos, 66 niños), así como 12 israelíes.
«Espadas de hierro» fue el primer nombre con que fue bautizada la despiadada e interminable guerra lanzada después de la masacre del 7/10. Un nombre que para nada refleja el potencial sofisticado de armamento aéreo, blindado, marítimo y terrestre de Tzahal, el cual devastó a la Franja de Gaza y causó un saldo de decenas de miles de muertos.
El segundo nombre elegido, «Carros de Gedeón», fue dado a la guerra cuando Tzahal rompió la tregua y se anunció la ampliación de su ofensiva terrestre en mayo de 2025. El despliegue bélico que forma parte de la operación militar «Carros de Gedeón» tenía como objetivo principal desmantelar la infraestructura operativa de Hamas y liberar a los rehenes capturados. El nombre de la ofensiva israelí hace referencia a la figura de Gedeón, un personaje bíblico cuya historia se estudia en la tradición judía. Según el Libro de Jueces, Dios castigó al pueblo de Israel por sus «malas obras», dejándolos a merced de los madianitas, un pueblo nómada que los oprimía. Tiempo después, Dios se apareció ante un campesino, Gedeón, al que encargó liberar al pueblo judío del yugo de los madianitas. El campesino dudó de su propia capacidad, y Dios le prometió su ayuda tras demostrarle que realmente era Él quien lo enviaba a liberar a Israel.
Aunque Gedeón logró reunir un ejército de 22.000 hombres, Dios le ordenó, a través de una prueba, reducir el número a solo 300 combatientes, prometiéndole la victoria sobre Madián con solo esas tropas. Gracias a las tácticas de combate de Gedeón, sus 300 hombres lograronconfundir y expulsar a los madianitas, liberando a Israel.
El relato bíblico de Gedeón es considerado por la tradición judía una historia bíblica de liberación mediante un liderazgo humilde y la fe en Dios para triunfar sobre los enemigos de Israel. Ahora bien: dado el altanero rechazo del gabinete de guerra israelí de poner fin a la contienda para liberar a todos los rehenes, ¿sabrían los militares israelíes que eligieron este segundo nombre para la guerra en Gaza que la figura de Gedeón, simbólicamente, es el humilde antihéroe de los generales de Tzahal con mentalidad suma cero?