Hace casi 2000 años, el poeta romano Juvenal, en su Sátira 10, se burlaba de la decadencia del imperio romano diciendo que “la manera de mantener dócil al pueblo es brindándoles “pan y circo”, digamos, algo de comida, y entretenimiento.
Los poderosos de cualquier signo conocieron muy bien esta consigna y la usaron a discreción regulando la proporción entre el pan y el circo de acuerdo a las circunstancias, los deseos, y hasta “lo que hay disponible”. A veces, “a falta de pan, dieron palos”, otras veces, “a falta de circo, dieron guerras, amenazas imaginarias, promesas de castigos o recompensas eternas, infernales, celestiales o terrenales.
El sistema “odiar es pertenecer” (como decíamos siempre con Eliahu Toker Z´L’), funcionaba. Se trataba de “crear identidad, mayoría, masa, a partir de la invención de un enemigo común, real o imaginario, a quien odiar”. La “identidad” se originaba entonces a partir del “no ser”. “Nosotros, sería el mensaje, somos los que no pertenecemos a ese grupo odiado”. Que podrían ser los judíos, los musulmanes, los varones, los gays, los “cis-heteronormativos”, los que usan anteojos, los mapuches, los extranjeros, los ateos, los hinchas de Sacachispas, depende del momento. Pero siempre “ellos” eran una minoría poderosa y amenazante, de la cual “los poderosos” nos defenderían, a cambio de nuestra obediencia, docilidad, aporte económico, o lo que venga.

En muchas ocasiones los judíos fuimos “el pueblo elegido” para ese odio. No por ser “diferentes” sino, todo lo contrario, por ser parecidos, iguales, indiferenciables (en nuestra propia diversidad) del resto. Así se inventaron “los protocolos de los sabios de Sion” en la Rusia zarista, o el “Plan Andinia”, acá más cerca, que tenía que ver con “ocupar la Patagonia. Quiero aclarar que, como dice una amiga mía, El Plan Andinia sí que existió, solo que se llamó “Conquista del Desierto” y lo llevó a cabo el Gral. Roca, hace unos 150 años (ahora van a decir que Roca en verdad se apellidaba “Stein” y venía de un shtetl, ¿no?
En esto del pan y circo, el pan se hace cada vez más escaso, y el circo más grotesco, porque, para desgracia de los humoristas en particular y el público en general, “lo absurdo se volvió natural” u entonces ya no divierte, sino que horroriza.
En el siglo XX, sobre todo en la primera mitad, el fascismo y el nazismo fueron los “sismos” que destruyeron Europa bajo la excusa de “engrandecerla”. Supieron cooptar el descontento masivo, la miseria de millones de excluidos y ofrecerse para remediarla, (sin la menor intención de hacerlo, en realidad), y luego, para tapar sus propios errores, descubrieron “enemigos” o “razas inferiores” a las que “odiar, para pertenecer”. Sabemos cómo terminó.
En estos días un nuevo estrepitoso fracaso de “los progresismos en todos sus matices” que, por sus propios límites y porque al tener en contra a los factores de poder real, no supo, no pudo o no quiso hacerse cargo, nos pone nuevamente en una situación terrible
“Nada de pan, y circo cruel” y entonces muchos se llaman “progresistas” pero “odian, para pertenecer” (aunque lo disfracen) y otros lo hacen a cara descubierta. ¿Es eso fascismo, neofascismo, neonazismo, retroprogresismo, negacionismo, necionismo? ¡No lo sé, pero me da lo mismo!