Haaretz, 22/09/2025

Para mí no es una víspera festiva. Es otra noche dolorosa esperando la llamada para ir a recoger a Eitan

“¿Cómo se siente en otra víspera festiva en la que su hijo sigue en cautiverio?” Así comenzó toda entrevista en la última semana. Estas son, entonces, mis reflexiones en la víspera del Año Nuevo y al inicio de otra semana de miedo, dolor y anhelo por mi hijo menor, Eitan, que lleva más de 700 días en cautiverio de Hamás y de Netanyahu. Hoy está más claro que nunca: no solo sus captores impiden su regreso, sino también nuestros líderes electos.
Por Itzik Horn

La semana pasada nos enteramos de que pasamos de ser una Esparta de alta tecnología a una Esparta de cartón. Se trata de una destrucción total de los cimientos morales y del mundo de valores que definen al Estado de Israel que tanto amo. El Estado al que elegí emigrar con mi familia.

Como los dictadores de la Argentina de los años 70, a quienes conozco muy bien, el primer ministro solo se ocupa de sí mismo y no escucha al jefe del Estado Mayor ni a todos los altos responsables del sistema de seguridad. Desde su punto de vista, que mueran todos -rehenes y soldados- con tal de que él sobreviva. El hijo del historiador no aprendió nada ni interiorizó nada. Eso explica la elección de Esparta, que encarna el mito de la fuerza y el nacionalismo despiadados, frente a Atenas, responsable de la base de valores de nuestra humanidad moderna, a la cual el célebre intelecto judío debe todos sus logros porque se alza sobre sus hombros.

También aquí, como en seguridad y en economía, la calificación a su labor es cero.

La coalición, desconectada del pueblo y de la realidad, se dedica a brindar por la fiesta y a proyectos inmobiliarios mesiánicos fuera de las fronteras del país. El gabinete, los ministros y las ministras son personajes que solemos ver en películas de parodia y de terror: figuras violentas y estridentes, sin ninguna profundidad de pensamiento y sin responsabilidad por sus actos. Deshonran a sus votantes y deshonran a Israel.

El Estado de Israel, fuerte y sofisticado, la perla de Oriente Medio, lleva ya más de veinte meses combatiendo contra campesinos con sandalias. Quiero recordar al gabinete cuáles son los resultados de la presión militar en Gaza. Estos son los nombres de los rehenes que murieron en Gaza durante un año y medio de guerra: Janán, Tamir, Guy, Oded, Noa, Yehudit, Aryeh, Sahar, Eden, Elia, Nick, Ron, Tzahi, Alon, Samer, Ohad, Yossi, Itay, Elad, Amiram, Nadav, Yoram, Yagav, Jaim, Alex, Avraham, Natapong, Hersh, Almog, Alex, Uri, Yosef, Hamza, Shiri, Kfir, Ariel, Itzjak, Shlomo, Carmel, Eden. Los nombro uno por uno, una por una, para recordar y no olvidar.

En la víspera de Rosh Hashaná, como en cada momento, faltan a sus familias como personas reales. Personas comunes y queridas. Madres y padres, esposas, esposos, hermanos y hermanas, hijos e hijas. Amigos de la fiesta, amigas del kibutz, combatientes de la unidad. No son pósters en la pared, ni una lista para ser leída en voz alta. Para mí no será una noche festiva. Será otra noche común, dolorosa y absurda. Una sucesión interminable de momentos de espera en mi limbo y en el de mis compañeros de pesadilla. A la espera de la llamada que anuncie que vienen a recogerme a la base Reim. Para encontrarme con Eitan. Abrazarlo. Verlo reunirse con su hermano y con su madre, que luchan por su regreso y sufren cada instante. Solo entonces sabré que hay una posibilidad. Que quizá me haya salvado.

Me dirijo a ti, primer ministro: 42 ya han muerto y han sido asesinados en Gaza. De tu conducta aprendemos que, para ti, ¿qué significan otros 20 rehenes que morirán? ¿Solo unos cuantos nombres más en la lista interminable?

Ese es el legado de Netanyahu: de “luz para las naciones” a “luz para los cadáveres”. La lista de muertos no deja de crecer, y no se vislumbra en el horizonte un líder que lo detenga.

Y por si fuera poco, el Estado de Israel decidió no conmemorar dentro del país ni en el mundo aquel día maldito en mi vida y en la historia de nuestro pueblo en su propio Estado. Me consuela saber que el pueblo recordará. Estoy más convencido que nunca de que solo la fuerza del pueblo en las barricadas traerá de vuelta a los rehenes.

Concluiré con el deseo de un año que empiece con el fin de la locura en Gaza y con el regreso de los rehenes a casa.