Las amenazas de Egipto hacen tambalear la paz con Israel

Israel y Egipto mantienen un tratado de paz firmado en 1979 por Menajem Beguin y Anwar Sadat en Washington, pero tras casi dos años de conflicto en Gaza y una enorme crisis humanitaria el deterioro de las relaciones entre ambos indica que todo puede cambiar.
Por Lucas Lipina

La cumbre Árabe-Islámica en Doha

El 9 de septiembre miembros de Hamas se reunieron en Doha, Qatar, con el objetivo de discutir los acuerdos para dar fin a la guerra en Gaza. Entretanto, a la hora del rezo abandonaron la sala de reuniones y dejaron sus celulares. En ese momento Israel bombardeó el edificio y asesinó a seis personas, pero ninguno de ellos formaba parte de la cúpula. Esto significó un fracaso para Israel.

En consecuencia, el ataque generó una reacción de todo el mundo árabe-islámico. El 15 de este mes se organizó en Doha una cumbre de emergencia en la que los principales líderes de medio oriente condenaron el ataque israelí y expresaron su solidaridad con Mohammed bin Abdulrahman Al Thani, primer ministro de Qatar. Entre lo conversado surgió el pedido de revisar los acuerdos de Abraham y también de la necesidad de una cooperación política y económica. 

Sin embargo, Egipto fue un poco más allá. El presidente Abdelfatah Al Sisi se refirió a Israel como el “enemigo”. Según el diario egipcio Al-Ahram, el Jefe del Servicio de Información del Estado, Diaa Rashwan, dijo: “Esta es la primera vez que un presidente de Egipto ha usado esta palabra desde que Sadat anunció que iría a Jerusalén. La elección es intencional – nuestra seguridad nacional está bajo amenaza, y solo un enemigo puede amenazar la seguridad nacional”.

En la cumbre, Al Sisi también sugirió crear un mecanismo conjunto árabe-islámico para la coordinación política, económica y de seguridad con el fin de afrontar los desafíos regionales. Esta propuesta fue interpretada por medios occidentales e israelíes (cómo el Jerusalem Post) como un intento de conformar una fuerza militar al estilo OTAN.

En realidad, esa iniciativa no es nueva. En 2015 ya se debatió en las reuniones de la Liga Árabe una propuesta de una fuerza militar árabe conjunta, pero Rashwan afirmó que El-Sisi no retomó explícitamente esa idea en Doha. Aún así, el medio británico The Eye of Middle East afirmó que la iniciativa no fue bien recibida por el Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo (CCG) y El-Sisi volvió frustrado al Cairo tras ser rechazado. 

Las últimas dos semanas elevaron la hostilidad egipcia hacia Israel. Su punto más elevado fue en la cumbre y ahora busca medidas concretas que ponen en duda la continuidad de la paz entre ambos países. Aún así, los acuerdos entre ambos países se están violando hace un tiempo.

¿Qué se rompió? ¿y cuándo?

En 1979 el primer ministro Israeli Menajem Beguin y el presidente Egipcio Anwar Sadat firmaron un tratado de paz mediado por el presidente de EEUU, que en ese entonces era Jimmy Carter. El punto central de estos acuerdos implicó en la devolución de la Península del Sinaí conquistada por Israel en la Guerra de los Seis Días de 1967 a cambio de una presencia militar limitada en la zona.

El tratado dividió el territorio en cuatro zonas de seguridad: una zona A que va desde el canal de Suez hasta Sharm el Sheikh, donde Egipto mantiene divisiones militares completas; una zona B que ocupa gran parte de la península, pero que solo se extiende en la costa mediterránea, donde pueden haber batallones limitados con armamento ligero; una zona C, que se extiende desde Sharm el Sheikh hasta un punto cercano al paso fronterizo de Rafah, donde solo pueden haber policías civiles y observadores internacionales; y por último, una zona D, que se extiende por toda la frontera, incluída Gaza, y que Israel tiene permitido según el acuerdo desplegar cuatro batallones de infantería.

En 2016 hubo una excepción a la regla. Egipto obtuvo un permiso de Israel para aumentar sus fuerzas en el Sinaí con el objetivo de combatir al Estado Islámico. Esto sentó un precedente y todo se empezó a resquebrajar con la guerra en Gaza y la crisis humanitaria. En este contexto, Egipto mantiene cuarenta mil soldados en el norte, cuando no debe superar los veintidós mil.

La tensión existe y es un polvorín que ya desató incidentes recientemente. En abril de 2024, hubo un intercambio de fuego en el paso fronterizo de Rafah entre fuerzas israelíes y egipcias. Con el hacinamiento de los palestinos desplazados en el sur de la franja, la tensión aumentó y guardias de frontera egipcios comenzaron a disparar. Las fuerzas de defensa de Israel respondieron y un guardia egipcio murió. Tras conversaciones diplomáticas, el asunto no pasó a mayores.

El verdadero quiebre se produjo en enero de este año. Al asumir Donald Trump, la situación empeoró. El presidente de Estados Unidos sugirió reubicar a los palestinos de la Franja de Gaza en otros países árabes y por razones de cercanía resulta lógico que Egipto se considere la primera opción. Esto desencadenó una reacción por parte de El-Sisi, que consideró está potencial medida un peligro para la seguridad nacional.

El miedo de El-Sisi

El temor de El Sisi a una oleada migratoria gazatí se explica por la historia reciente de Egipto. Tras la primavera árabe, las elecciones presidenciales celebradas en 2012 dieron como ganador a Mohamed Morsi, socio moderado de los Hermanos Musulmanes. Esta es una organización islamista que se encuentra proscripta y es acusada de promocionar el terrorismo pese a que declara rechazar la violencia. 

Aunque Morsi se convirtió en el primer presidente electo tras 30 años de dictadura, su gobierno no duró. En noviembre de ese año estallaron protestas en contra de una nueva ley que buscaba concentrar los poderes en el Ejecutivo. Luego, en junio del 2013, las protestas se reanudaron en el espacio histórico de las manifestaciones egipcias, la Plaza Tahrir de El Cairo. Como jefe de las Fuerzas Armadas, El-Sisi vio la oportunidad frente a un gobierno débil y lo derrocó con un golpe de Estado para convertirse en el sexto presidente del país un año después de haber tomado el poder.

En cuanto a la negativa de recibir una oleada migratoria gazatí, el gobierno egipcio teme que se infiltren islamistas radicales. No solo por las actividades terroristas, sino también por un avance de los Hermanos Musulmanes. Siguiendo ese argumento, al Hamás se lo vincula con esta organización porque su fundador, Ahmed Yassin, formaba parte del ala palestina de la misma. Por lo tanto, el ingreso masivo de gazatíes a Egipto significa para El-Sisi un crecimiento de la Hermandad como fuerza opositora a su gobierno.

Por está razón, la reacción en enero del 2025 por parte de Egipto a las declaraciones de Trump fue severa: se registró en el Sinaí un despliegue militar con la movilización de 700 tanques y el reforzamiento de la bases egipcias para disuadir el plan del presidente norteamericano de reubicar a los gazatíes. Durante la cumbre árabe-islámica en Doha, El-Sisi redobló la apuesta y advirtió que incrementará sus fuerzas aún más.

Entonces, la creciente hostilidad egipcia se vincula, en primer lugar, con la posibilidad de una oleada migratoria gazatí y en segundo lugar, con los ataques israelíes en otros países de la región. En consecuencia, las declaraciones hostiles se están materializando en ejercicios militares que trastocan los límites acordados. 

Todavía hay margen para que ambos países eviten un enfrentamiento y se respeten así los acuerdos de Paz, pero para eso es urgente el fin del conflicto en Gaza y un cambio de 180 grados en la política exterior por parte de un Israel que no solo experimenta un retroceso en la diplomacia regional, sino que está cada vez más aislado en la arena internacional.