Una triste pero esperanzadora participación en un evento organizado por el diario israelí Haaretz en Tel Aviv (2/12/2025), en vísperas del Día Internacional de los Derechos Humanos.
«La tragedia de la Guerra de los Seis Días ocurrió en el séptimo»: así nos alertaba una y otra vez, desde fines de los sesenta, el renombrado judío creyente, científico y filósofo Yeshaiahu Leibovich Z»L.
Leibovich intentaba explicarnos que el momento en el que Israel dejó de ver a los territorios ocupados en el 67 como una carta a jugar en un acuerdo de «Territorios a cambio de paz» con los palestinos y los vecinos árabes, el momento en el que comenzó a colonizar Cisjordania y Gaza -territorios palestinos- contradiciendo la ley internacional que prohíbe la implantación de ciudadanos del país ocupante en los territorios ocupados, ese momento fue el del pecado original: en ese instante comenzaba la tragedia que se cierne sobre nosotros hasta estos días.
Estas tristes reflexiones fueron las que me llevaron a participar de un coloquio auspiciado por el prestigioso diario israelí Haaretz y una decena de organizaciones de Derechos Humanos, sobre el tema «Ocupación sin límites».
Caminando hacia el Abraham Tel Aviv Hostel, donde tienen lugar gran parte de los eventos de la «resistencia» israelí, pensaba en el múltiple sentido que se había dado al evento: una ocupación que debía ser temporaria, pero pareciera no tener límites dado que no se le ve término; una ocupación que tampoco tiene hoy límites en cuanto a la violencia utilizada para sostenerla; una ocupación ilimitada en el espacio social a lo largo del tiempo, ya que sus males invaden y «ocupan» también a la sociedad israelí.
Como era de esperar, abrió el evento el editor de Haaretz, Amos Shocken, diciendo que el 7/10/23 terminó de convencerlo de que no hay solución para todas las enfermedades que devienen de la ocupación y que se filtran cada vez más en la sociedad y la democracia israelí, excepto «Dos Estados para dos pueblos». Cerró sus palabras afirmando que en las próximas elecciones votaría al candidato que se comprometiera a que su primera misión en el exterior fuera en Ramallah, sede de la Autoridad Palestina y no en Washington.
Shocken debe tener un alto grado de valentía para convocar, en estos días negros para la democracia israelí, a un evento en el que estáclaro que organizaciones de Derechos Humanos describirán la magra situación de palestinos, árabes ciudadanos de Israel y millones de gazatíes que quedaron sin nada de lo poco que tenían antes de la guerra en la que se vieron involucrados por una decisión asumida, nada democráticamente, por Hamás.
El gobierno de Netanyahu decidió hace meses retirar su publicidad del diario y las publicaciones de Haaretz y este evento netamente contestatario no pareciera intentar aplacar los ataques del gobierno y sus hordas de matones, que amenazan a periodistas por traer la verdad a los ojos de sus lectores, aunque duela.
Y duele.
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La periodista Shirin Falah Saab condujo la primera parte del evento en la que diez organizaciones de DD. HH. resumieron, cada uno en tres minutos, su informe de situación y su acción dentro de esa situación. Y -créanme- escucharlo de quien lo relata en primera persona fue para este judío argentino-israelí mucho más duro que leerlo en Haaretz o en un link en un grupo progre de Whatsapp.
El testimonio de la abogada Sawsan Zohar resulta contundente: “Me encontré con una interpretación expansiva de lo que es un terrorista, y eso, por supuesto, me incluye a mí por quien soy y a quien represento. Me etiquetaron como partidaria del terrorismo por herir sentimientos, y estas son cosas que no habíamos visto antes. La venganza, el odio y el miedo que acompañaban a cada acción destinada a dañar a una persona también eran sin precedentes”.
Luego, Asil Abu Ras, de la organización Médicos por los Derechos Humanos, señaló: “Gestionamos el paso de pacientes, pero nunca se ha dado una situación en la que más de 16.000 pacientes que esperaban para salir de la Franja no lo hicieran. Vemos imágenes de niños muriendo de hambre, con las costillas protuberantes, madres dando a luz en tiendas de campaña sin medicamentos. Nunca habíamos visto algo así”.

También médica, Mijal Faldon contó que la guerra la convirtió en activista: “Antes era izquierdista, pero hay algo en esta guerra en Gaza, un recrudecimiento muy dramático que me despertó de mi letargo. El segundo cambio es que existe la sensación de “¿Qué demonios estoy haciendo?”. Puedo salvar a un niño con días y semanas de trabajo, y al mismo tiempo, en un solo día, matamos a 30 niños en Gaza. Todo esto ha sido inútil”.
Elie Avidor, de la organización «Combatientes por la Paz», una ONG que reúne a ex combatientes israelíes y palestinos dijo: “En Israel, consideran la realidad, y especialmente el otro lado, como una existencia inmutable. Nosotros somos buenos. Ellos son malos al límite de no-humanos. Nuestra acción conjunta viene a rehumanizar, a restaurar la humanidad, la compasión y la empatía entre todos nosotros. (…) El cambio más difícil que estamos presenciando es que el ejército, cuya función es resguardar la seguridad de todos los habitantes de Cisjordania, en la práctica se ha transformado en un organismo que facilita los crímenes cometidos dirigidos a reforzar la anexión de Cisjordania y una limpieza étnica. (…) Soldados que quedan impasibles ante acciones virtualmente terroristas, judíos que queman cultivos y animales de palestinos, talan olivos y golpean a quienes los cosechan, ya sean palestinos o también judíos israelíes de organizaciones de DD. HH. que llegan para solidarizarse y servir de escudo humano frente a matones judíos. Lo mismo ocurre con la policía ya que, a pesar de decenas de quejas, nada llega a los tribunales”.
Ziv Stahl, director ejecutivo de Yesh Din («Hágase Justicia»), en el que activan rabinos por los DD. HH., señaló como cruciales los últimos tres años en los que Betzalel Smotrich asumió como ministro adjunto del Ministerio de Seguridad, convirtiéndose en la práctica en el ministro de la anexión. Como otros en el evento, Stahl afirmó que «Smotrich absorbe poderes del Ejército transfiriéndolos a su propia gente, colonos extremistas, violando abiertamente la ley internacional».
Los acuerdos de Ginebra permiten la ocupación militar temporaria de territorios tras una guerra entre dos países y hasta que se llegue a pactos, pero prohíbe explícitamente asentar ciudadanos del país ocupante en territorios ocupados, así como la expulsión de habitantes de esos territorios.
“Todo esto ocurría de a poco durante las últimas décadas en forma ilegal y podía denunciarse y a veces incluso ser frenado, pero en los últimos tres años del gobierno de la ultraderecha operó en forma abierta y sin que se intente ocultarlo. Smotrich lo hace con enormes presupuestos, tierras, equipos, infraestructura y legislación que facilita el despojo y la confiscación de tierras y, mientras tanto, su socio de coalición, Ben Gvir, ofrece inmunidad para los colonos violentos”.
Stahl es tajante en su afirmación: “Mediante la violencia sobre el terreno y el cambio estructural y legal, Israel ya ha anexado Cisjordania en la ley y en la práctica”.
La lectura de Stahl fue avalada por otros testimonios personales, por parte de otras organizaciones, acerca del terreno. Una de ellas fue la de una organización de arqueólogos israelíes (Emek Shavé) que protesta también contra la utilización pseudo científica de su profesión. Alon Arad, su director ejecutivo, afirmó: “La arqueología en los territorios no ha sido una ciencia durante mucho tiempo y quizás nunca lo fue; se trata de un arma ideológica destinada a crear una historia de pertenencia exclusivamente judía, a la vez que borra por completo a los palestinos del espacio y de la narrativa histórica”.
La Dra. Mijal Briar, de la asociación «Bimkom» («Planificación y Derechos Humanos») dio pruebas sobre la utilización arbitraria de las leyes jordanas, israelíes y propias del mandato británico, como para efectivizar una política continua de desarraigo de las comunidades palestinas y su desplazamiento hacia espacios cada vez más reducidos: “Estamos viendo la planificación de cada vez más asentamientos -en Cisjordania y Jerusalén Este-: decenas de miles de viviendas destinadas por el gobierno israelí exclusivamente a judíos y ubicadas en el corazón del espacio palestino, en el mismo lugar donde viven actualmente comunidades palestinas o beduinas a desalojar”.
Así siguieron uno tras otro los martillazos sobre la conciencia humanista y judía de los presentes en el evento de Haaretz al escuchar que todas estas malignas atrocidades se realizan día a día en nuestro nombre como ciudadanos israelíes: estos y todos los actos que se produjeron en la guerra de defensa que se convirtió, con este gobierno, en una guerra de venganza en Gaza que comisiones de investigación y la historia definirán cómo denominarla.
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Podríamos poner fin aquí a esta nota sufriente y que hace sufrir, pero preferimos hacerlo con las palabras de la abogada Nicola Gadir, otra activista árabe israelí, desde su trinchera de subdirectora de la Asociación por los Derechos Civiles, que habló sobre la tan necesaria esperanza, especialmente en estos días: “Quienes trabajan en la promoción de los derechos humanos necesitan una variedad de cualidades: determinación, coraje, fe y, sobre todo, la capacidad de levantarse de nuevo y luchar tras cada caída y decepción. Esta reunión, en mi opinión, simboliza la “palabra clave” necesaria para este período, tomada del léxico de la lucha palestina: Tzumud (aferrarse). Tzumud es la firmeza, la perseverancia en lugar y objetivo, a pesar de los vientos tumultuosos y malvados que intentan arrancar todo. Tzumud en nuestra lucha por los derechos humanos en Israel y en los territorios ocupados, incluso cuando parece que nada funciona, incluso cuando todos los sistemas fallan en su cometido. Tzumud y continuar trabajando, tomando la iniciativa. Una y otra vez, hasta que el público a nuestro alrededor crezca cada vez más, hasta que todos noten que el origen de todas las injusticias, dentro y fuera de Israel, es la ocupación.
Como dijimos camino al evento: una ocupación que debía ser temporaria y no tiene límites, una ocupación que no tiene hoy límites para sostenerse con la violencia y una ocupación que a lo largo del tiempo -infaliblemente- no tiene límites y cuyos males invaden y «ocupan» a la sociedad israelí.
Fotos: gentileza de Tomer Epelbaum (HAARETZ)