Bosque migrante: un viaje al corazón del silencio familiar

Entre la urgencia de un presente polarizado y las heridas de una genealogía marcada por el Holocausto, Noemí Frenkel vuelve a las raíces para escribir una historia de pérdida, desarraigo y búsqueda. “Bosque migrante. Una judía se desarma” traza un itinerario emocional donde la literatura se convierte en brújula para nombrar lo negado y desmontar prejuicios que persisten.
Por Laura Haimovichi

En el bosque oscuro donde habitan los fantasmas y late el pasado, contra el dolor del silencio familiar, la escritora Noemí Frenkel, actriz y licenciada de la carrera de Artes de Escritura de la UNA, migra hacia un campo abierto y luminoso donde inscribe la historia sufriente de sus ancestros.

Su Bosque migrante(de la editorial Milena Caserola) es una historia en primera persona del singular, escrita con la urgencia que impone un presente de falsas dicotomías impuestas desde el poder y reproducidas al infinito por el sentido común. También, con la esperanza de que esos discursos odiosos y mecánicos rompan con la gramática de los enfrentamientos entre los débiles, que hoy explotan en un mundo que perdió el equilibrio. 

Si en su primera novela, Cuerva, Frenkel nos ofrecía una historia plena de erotismo, “intensa, húmeda y desgarradora, que obliga a recorrerla con todo el cuerpo”, al decir del escritor Martín Sancia Kawamichi, en Bosque migrante. Una judía se desarma, nos ofrenda otra narración poética para deslumbrar a los lectores.

Se trata de una honda indagación en la identidad realizada por una integrante de la comunidad judía, que ahora rescata esa tradición sin ser su autodefinición principal, pese a recibir todos los legados de su genealogía, incluso el mutismo.

Nieta de un rabino ortodoxo, impulsada por la necesidad de explorar el pasado de su linaje, Frenkel decidió viajar para encontrar algún testimonio de aquellos parientes que quedaron en Polonia -un país aborrecido por la familia- y fueron asesinados durante el Holocausto.

“Fantaseaba con andar ese bosque primigenio (el Parque binacional de Rosxtocze) abrazada por su luz: un regreso de equilibrista por la cinta de Moebius que deseé aún antes de encontrarme con la fábula de origen en la sala Forest del museo Polin de Varsovia”, escribe la ganadora del concurso de poesía épica, presidido por Arturo Carrera en 2017, por su texto El testigo irreversible. “Me inspiraba la resonancia final del poema Vagabundo, de Giseppe Ungaretti que aprendí en la adolescencia y nunca olvidé: Gozar un solo/ minuto de vida/ inicial/ Busco/ un país/ inocente/. Pero tal como se dice en su estrofa inicial: En ninguna/ parte/ de la tierra/ me puedo/ arraigar. Comprobé que ir en pos del hogar no es lo mismo que llegar, y hasta la sencillez de un viaje en taxi de ida y vuelta puede contener un atisbo de odisea”.

En su recorrido investigativo, que surgió a partir del atentado de Hamás del 7 de octubre de 2023, se topó con los orígenes de su árbol genealógico, los vaivenes de esas vidas, los lugares siniestros creados por los nazis. Frenkel reactualizó con profundidad temáticas que siempre le preocuparon, como el antisemitismo, la islamofobia y otro tipo de enemistades entre los pueblos.

La no aceptación del diferente, lo complejo de la cercanía con la otredad, la inversión de las víctimas en victimarios y viceversa, la discriminación en el lenguaje y el trato aparecen en Bosque migrante, no como derivas intelectuales sino desde la experiencia ajena y propia.

Durante su periplo solitario, tuvo la oportunidad de reencontrarse con un primo historiador, a quien no veía hacía muchísimos años. La participación en un simposio, en Varsovia, le dio la oportunidad de cosechar la amistad de otras escritoras. Además de completar los espacios vacíos de su biografía, la curiosidad en función de la escritura fue el gran motor emocional.

La inmersión en un campo de saber doloroso y presente la conectó con aquellos seres desaparecidos que no habían sido nombrados en el espacio doméstico. “Fue una arqueología de la pérdida, del duelo, del amor y del reconocimiento”, acaso una superación de lo traumático.

“Un yo que se desgarra, que vacila, trastabilla, que no sabe de sí o que, creyendo saber, se equivoca y pregunta y entonces tiene que volver a empezar”, dice Martín Kohan sobre la protagonista de estas páginas. Y recuerda lo que con tanta lucidez estableció Hannah Arendt: “me odian por ser judía, entonces ahora soy judía”.

Con los ritmos y temperaturas de la infancia, las inquietudes de la adolescencia, la serenidad de la madurez y, siempre, el deseo de palabra, la valentía es sólo uno de los correlatos de esta prosa.