Dany Trom acaba de alertar acertadamente del peligro de que la política interna de la coalición de extrema derecha israelí, una vez más, dicte las decisiones de su política de seguridad; pero, además, el sociólogo francés sale al cruce de la ilusa política exterior de Netanyahu, ilusa en la medida en que parece adecuada para un Estado judío pensado como «súper Esparta» en Medio Oriente. El peligroso desvarío del líder populista kahanista oculta que su política exterior espartana ha convertido a Israel en «la judía de la corte» del Salón Oval de la Casa Blanca. En su ensayo «Israel en el mundo: de Esparta al judío de la corte», publicado en Revue K, el 12 de noviembre de 2025, Dany Trom acierta al recordar que Hanna Arendt había criticado con lucidez la política de shtadlanut[1] de los cortesanos judíos en la modernidad temprana, aunque, como señala el autor, hoy Israel no es juzgado como judío cortesano sino como «nación paria» para el derecho internacional humanitario.
Sin embargo, hay una diferencia conceptual abismal entre el judío paria de Hanna Arendt y el comportamiento paria del Estado judío en el concierto de las naciones. Arendt caracterizó el judío como «paria» para describir una condición histórica de marginación social y política, la del «ciudadano sin Estado». En la Europa moderna, ese paria fue descripto magistralmente como una figura expulsada de la sociedad y sin hogar. Pero pese a su marginalidad, el judío paria compartía con figuras literarias como el Schlemihl de Heine (o personajes de Kafka) una mirada crítica y la capacidad de comenzar de nuevo, muy diferente del parvenu (advenedizo) que buscaba asimilarse. Muy otra es la situación del actual «paria entre las naciones», que pareciera, ese sí, ser un parvenu estatal que se niega respetar el derecho internacional buscando inmunidad en una política de aventurada shtadlanut con la superpotencia norteamericana. Su premier se ufana de ser aliado estratégico del presidente Trump, quien se impone en el mundo por la fuerza económica y mediante una doctrina nacional de seguridad que rescinde todas sus anteriores alianzas.
Netanyahu confía en que su política de seguridad resulte impune bajo el paraguas de seguridad nacional del imprevisible presidente republicano, quien abandonó la anterior política exterior imperial de universalizar el orden liberal democrático. Luego del fin de la Guerra Fría, también Netanyahu procura confiar en los beneficios secundarios de la nueva doctrina de seguridad de Trump que desmanteló el multilateralismo y hace caso omiso a normas y compromisos internacionales.
Sin embargo, esa política israelí yerra lamentablemente al no leer con atención esa nueva doctrina nacional enunciada a principios de diciembre.
La nueva doctrina de seguridad norteamericana caracteriza al conflicto israelí-palestino como «espinoso», pero afirma que, tras el acuerdo de alto el fuego a cambio de rehenes, «se han logrado avances hacia una paz más permanente», y que «los principales patrocinadores de Hamás se han visto debilitados o se han retirado».
La seguridad de Israel, junto con la libertad de navegación en la península arábiga, la protección de los suministros de energía y la derrota de los grupos terroristas, figuran como «intereses fundamentales» de Estados Unidos, pero básicamente desde una óptica económica en la región.
«A medida que esta Administración rescinda o flexibilice las políticas energéticas restrictivas y la producción energética estadounidense aumente, la razón histórica de Estados Unidos para centrarse en Medio Oriente se desvanecerá», anuncia la nueva estrategia.
La centralidad del Medio Oriente para la producción de energía, y como escenario de la competencia entre superpotencias, ha disminuido en los últimos años: según el Instituto Elcano(2025), en su boletín sobre la estrategia del trumpismo, la nueva seguridad nacional toma muy en cuenta «la exitosa revitalización de nuestras alianzas en el Golfo, con otros socios árabes, además de Israel, por parte del presidente Trump».
La nueva estrategia exige reequilibrar el sistema de alianzas de EE. UU., a fin de que los aliados sean capaces de servir a los intereses nacionales estadounidenses y evitarle una atención y vigilancia constantes, como ocurre con el voluble Netanyahu.
Esta estrategia también apunta a restablecer la estabilidad del equilibrio nuclear y a desescalar los enfrentamientos con Rusia, una prioridad para Trump, aun cuando esa política favorece a Putin al reconocerlo de facto como líder de una gran potencia.
Y pese a que Europa ve a la Rusia de Putin como «una amenaza existencial», Trump cree que es un temor no objetivo, ya que Europa tiene una capacidad armamentística superior, excepto a nivel atómico. Sin embargo, el alejamiento estadounidense de Europa cumple el sueño de la URSS y de la actual Rusia de dejar aislada a Europa en una eventual confrontación.
La nueva doctrina Trump también parece considerar a Irán como una potencia regional disruptiva, pero incapaz de enfrentarse con la potencia nuclear israelí, pese a la percepción fatalista de Israel respecto a la «amenaza existencial» iraní.
Del mismo modo que desideologiza la competencia militar de Rusia y la encuadra dentro de un problema conflictivo europeo, la nueva estrategia de seguridad de Trump desideologiza asimismo al Islam radical iraní, ubicándolo como un problema de hegemonía regional en el Medio Oriente. A diferencia de la ultraderecha ideologizada del gabinete de Netanyahu, la derecha en la administración Trump es transaccional y flexible, antes que ideológica o doctrinaria. Su pragmatismo economicista prefiere ocuparse en políticas de negociación y hacer deals con China, preservando la relación comercial con Taiwán sobre semi conductores, en vez de correr el riesgo de poner cortapisas militares a la expansión nuclear de Corea del Norte. Más que la capacidad nuclear coreana, a Trump le interesa negociar con Taiwán para que invierta más en fábricas de chips en suelo estadounidense.
Para los aliados, la relevancia estratégica de la región indopacífica desplaza en prioridad a las otras dos áreas, Medio Oriente y Europa: la nueva doctrina define a la primera como «el teatro decisivo para la competencia económica y geopolítica del siglo XXI». El control de la seguridad de Taiwán constituye un «punto de estrangulamiento vital», que influye sobre el equilibrio del noreste y sudeste asiático, según el mismo boletín del Instituto Elcano.
Es evidente que una lógica geopolítica semejante preside los altos y bajos respecto del país de los ayatollas; más adelante, se lee: “Irán, la principal fuerza desestabilizadora de la región, se ha visto gravemente debilitada por las acciones israelíes desde el 7 de octubre de 2023 y la Operación Midnight Hammer norteamericana de junio de 2025, que degradó significativamente el programa nuclear iraní”.
De ahí que sea remoto el interés de Trump por sostener aventuras belicistas contra Irán, tal como pedirá Netanyahu en su próximo viaje a Washington, o la asistencia de EE. UU. a Israel en cualquier nueva operación militar. Funcionarios israelíes y otras fuentes estadounidenses revelaron que Netanyahu presentará a Trump opciones para atacar nuevamente a Irán, según informó NBC News el sábado 20 de diciembre. Además, el premier israelí intentará persuadir a Trump de que la expansión iraní del programa de misiles balísticos representa una amenaza, no solo para Israel, y requiere una acción urgente.
Ahora bien, Netanyahu se niega a tomar en cuenta las fricciones con Trump generadas a raíz de su negativa a avanzar en la pacificación de Gaza; asimismo, tampoco comprende otras emboscadas geopolíticas que amenazan intereses norteamericanos y a sus aliados en el Golfo.

Respecto a las fricciones, exfuncionarios israelíes creen que Trump podría mostrarse menos entusiasta a la hora de lanzar una nueva acción militar contra Irán si persisten los desacuerdos entre funcionarios estadounidenses e israelíes sobre la postura de Netanyahu respecto a avanzar con el alto el fuego en Gaza. Mientras tanto, un portavoz de la Casa Blanca aclaró que el presidente Trump había alertado previamente a Irán si intentaba adquirir armas nucleares, según informó el medio Sada News (2025).
No obstante, la semana pasada Trump insinuó que podría estar dispuesto a reanudar las conversaciones con Irán, al tiempo que advirtió a Teherán que no intentara reconstruir sus programas de misiles balísticos o nucleares, aunque, en palabras de Gordon Lubold para Telemundo, «les llevará mucho tiempo recuperarse».
No por casualidad los designios bélicos de Netanyahu contra Irán surgen en un momento en que Teherán ha expresado interés en reanudar las conversaciones diplomáticas con Estados Unidos destinadas a limitar su acuerdo nuclear, lo que podría complicar potencialmente el acercamiento de Israel a Trump para acordar nuevos ataques.
Yemen: la amenaza más ignorada en Medio Oriente
Entre los efectos regionales importantes tras el alto el fuego de octubre en Gaza, se suponía que uno muy significativo sería una nueva calma en el Mar Rojo y, potencialmente, en Yemen. De hecho, como resultado de la tregua, los hutíes —que controlan el norte de Yemen, incluida la capital, Saná, y que están aliados con Hamás e Irán— suspendieron sus ataques contra la navegación comercial en el Mar Rojo y contra Israel. Un acuerdo previo, negociado por Omán, entre los hutíes y el gobierno estadounidense también pareció reducir la amenaza directa hutí a los activos estadounidenses en el corredor marítimo. Casi dos meses de intensos bombardeos estadounidenses la primavera pasada causaron estragos entre los hutíes, pero no lograron cambiar su comportamiento ni su control del poder.
En Yemen seguía vigente una frágil tregua de tres años y medio en la guerra civil entre los hutíes y el gobierno reconocido internacionalmente. Aunque los hutíes no fueron derrotados, EE. UU. parecía creer que la situación en el país se había calmado y que podían centrar su atención en otras cuestiones. Pero menos de dos meses después, esa relativa calma se está desvaneciendo. A principios de diciembre, los separatistas del sur de Yemen lanzaron una importante campaña para apoderarse de amplias zonas de Hadramaut, una región petrolera fronteriza con Arabia Saudita, y de Mahra, provincia fronteriza con Omán. La ofensiva del Consejo de Transición del Sur (CTS), grupo que forma parte del gobierno yemení reconocido internacionalmente, pero que aboga por la independencia del sur de Yemen, marca un cambio radical en el equilibrio de poder del país. Por un lado, el CTS cuenta con el respaldo de los Emiratos Árabes Unidos, y su audaz expansión ha generado nuevas tensiones con Arabia Saudita, que apoya a facciones rivales dentro del gobierno y considera la toma de control como una amenaza potencial para su seguridad nacional.
Y algo aún más preocupante: es probable que la ofensiva del CTS sirva de pretexto para acciones más amplias por parte de los hutíes. Incluso mientras se desarrollaba la campaña del CTS, los hutíes prometieron extender su control sobre las regiones productoras de petróleo y gas del este del país. Con la ayuda de Irán y otros países, los hutíes también trabajaron incansablemente para ampliar su arsenal de armas convencionales avanzadas. También han incrementado la producción nacional de armas, con capacidad para ensamblar misiles balísticos y fabricar drones de corto alcance de forma independiente. Además, las acciones y la retórica del grupo siguen subrayando su deseo de controlar todo Yemen y de seguir enfrentándose a Israel, Estados Unidos, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos. Si el alto el fuego en Gaza flaquea, los hutíes están listos para continuar sus ataques en el Mar Rojo y ahora que han visto la eficacia de esa campaña, podrían reiniciarla por otros motivos en el futuro.
Estados Unidos abandonó el gobierno de Yemen a su propio riesgo. Hasta ahora, la administración Trump se ha limitado a imponer sanciones a los hutíes, proteger la tregua bilateral de EE. UU. con el grupo y esperar que Israel y sus socios en el Golfo resuelvan cualquier otro problema por su cuenta. La administración Trump se ha distanciado en gran medida de apoyar al gobierno de Yemen y de proporcionar liderazgo diplomático para poner fin a la guerra civil, según sostiene April Longley Alley en la revista Foreign Affairs (2025).
Ahora bien, Israel parece ignorar la nueva ofensiva del CTS y las crecientes fracturas dentro de la coalición que apoya al gobierno yemení reconocido internacionalmente, así como desconoce la naturaleza abrumadoramente compleja y cambiante de la política interna del país. En vez de seguir amenazando con atacar a Irán, a riesgo de hacer fracasar la frágil tregua en Gaza, Netanyahu debiera comprender que Israel sufrirá nuevos ataques de los hutíes, ya sin la cobertura de EE.UU.
Al mantenerse en pie de guerra con Israel, los hutíes han impulsado el reclutamiento militar, incluido el de niños soldados, y han facilitado sus esfuerzos por entrenar y adoctrinar a una nueva generación. En 2024, se estimaba que los hutíes contaban con unos 350.000 combatientes. La amenaza hutí se ha visto agravada por su creciente capacidad militar. En las primeras fases de la guerra en Gaza, los misiles hutíes fueron prácticamente incapaces de alcanzar el territorio israelí, pero en mayo de 2025 podían alcanzar el aeropuerto Ben Gurión. En septiembre de 2025, drones hutíes también lograron evadir las defensas aéreas israelíes, hiriendo a más de 20 personas en Eilat y alcanzando el cercano aeropuerto de Ramón. Misiles hutíes también han impactado en Yanbu, un importante puerto petrolero saudí a unos 1.000 kilómetros de la frontera.
Al mismo tiempo, el conflicto de Gaza ha proporcionado a los hutíes una valiosa experiencia operativa, permitiéndoles mejorar la precisión de sus objetivos y probar nuevas armas, incluyendo misiles balísticos con municiones de racimo. Para ampliar su arsenal, la organización guerrillera ha diversificado sus cadenas de suministro y forjado vínculos con diversos enemigos de EE.UU., como China y Rusia, además de Irán. Durante años, Teherán ha suministrado armas convencionales y entrenamiento a los hutíes, y ha redoblado este apoyo a medida que otros sectores de su eje regional se han debilitado. Los hutíes ahora también importan componentes de doble uso y material militar de China para su uso en la fabricación de armas.
Desde el verano de 2024, los bombardeos israelíes han causado daños significativos en las zonas controladas por los hutíes, cerrando el único aeropuerto internacional del norte, destruyendo gran parte del puerto de Al-Hudayda y causando estragos en la infraestructura eléctrica de Yemen. Israel también atacó a los líderes hutíes con cierto éxito. En agosto, un ataque israelí mató al primer ministro y a otros miembros del gobierno hutí en Saná, pero ninguno de ellos era un ideólogo hutí central. En octubre, los hutíes confirmaron que su jefe de Estado Mayor, un estratega militar clave, también había sido asesinado. Aunque estos ataques han tenido un éxito limitado a la hora de alcanzar a los principales líderes del grupo, los han obligado a la clandestinidad y han ralentizado el movimiento hutí.
Hay que tomar en serio las advertencias dellíder de los hutíes, Abdul-Malik al-Houthi, quien declaróque las ambiciones del grupo no se limitan a las fronteras de Yemen. De hecho, unir al mundo islámico contra la influencia occidental e Israel ha formado parte del sistema de creencias fundamental de los hutíes desde su creación a principios de la década de 2000, una misión que se ha visto enormemente amplificada por la guerra en Gaza. Los hutíes han declarado que nuevos enfrentamientos con Israel son «inevitables» y que Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos son títeres del proyectoregional estadounidense-israelí y traidores a la causa palestina. Ahora se jactan de que su movimiento está entrenando a «más de un millón de muyahidines» y de que el Yemen, dominado por los hutíes, lidera el mundo árabe en producción y fabricación militar.No por casualidad, April Longley Alley,investigadora del Washington Institute, titula su reciente diagnóstico en Foreign Affairs de forma contundente: «Yemen: la amenaza del Medio Oriente más ignorada».
Desgraciadamente, la demagógica manipulación del «peligro existencial» de Irán, toda vez que Netanyahu se ve acorralado por problemas judiciales y acechos políticos internos como ahora, desinforma a la opinión pública israelí una vez más. Ningún medio masivo informa sobre el estallido del conflicto bélico y geopolítico de Yemen en el corredor del Mar Rojo, lo cual hace peligrar las rutas marítimas más importantes del Medio Oriente que repercutirán sobre Israel. En cambio, asusta con un inminente ataque iraní. Y mucho menos se informa de los riesgos que corren Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos por la proximidad de esos aliados clave de Washington en el Golfo, quienes, a su vez, operan como rivales en Yemen.
Posdata
Escribo esta posdata cuando el peor gabinete de la historia cívica israelí procura aprobar en la Knesset su ley de pena de muerte, ignominiosa iniciativa para ejecutar a cualquier enemigo palestino, acusado de «terrorista».
Me pregunto si algún diputado de la oposición, para fundamentar su voto en contra, recordará aquel principio ético judío en la apelación elevada al Presidente Itzjak Ben-Zvi en 1962, firmada por Martin Buber, Natan Rotenstreich, Lea Goldberg y Samuel Hugo Bergman, oponiéndose a ejecutar al infame Adolf Eichmann: «No queremos que el infame nos obligue a escoger un verdugo para el patíbulo dentro de nosotros mismos, y si lo hacemos, será una victoria de la infamia sobre nosotros, y esta victoria no la queremos».
Desgraciadamente, hoy en el campo intelectual y parlamentario sionista israelí ya no existen más voces éticas semejantes a las de Buber, Berman, Rotenstreich o Goldberg. También estamos huérfanos de las voces de S. Yizhar, Y. Leibowitz, Y. Sarid, A. B. Yehoshúa o Amos Oz.
Sin embargo, reconforta escuchar a mujeres judías y palestinas del movimiento Standing Together, quedenuncian y resisten la fascistización del actual gabinete israelí renuente a condenar la agresión a una mujer embarazada árabe de Yaffo rociada con gas pimienta.
El sábado anterior muchas manifestantes vestidas con las camisetas moradas de Standing Together coreaban «Democracia para todos». Somaya Bashir, oriunda de Jatt, aldea árabe del norte del país, nos devuelve la esperanza de Jánuca mientras la escuchamos: «Me presento aquí esta noche como una mujer árabe, israelí, musulmana y palestina, ciudadana de este país y orgullosa de mi identidad». Ataviada con un hiyab, acusa al gobierno de ignorar a la mujer atacada en Jaffa la semana pasada, a los conductores de autobús árabes agredidos por jóvenes judíos en Jerusalén y al aumento vertiginoso de la delincuencia en la comunidad árabe: “Los líderes legitiman el odio y se envalentonan con él (…) No condenan cuando ciudadanos mueren en la calle o cuando árabes son asesinados casi a diario, porque les alegra. (…) Creo con todo mi corazón que no hay manera de salir del abismo en el que se encuentra la sociedad israelí sin una sólida colaboración judeo-israelí (…). No una coexistencia silenciosa, sino una verdadera colaboración (…). El gobierno de Israel nos está abandonando a todos: judíos y árabes, laicos y religiosos, pobres y ricos, residentes de Israel y de Gaza, a todos”.
Y, según consigna Yoav Loeff en The times of Israel, Somaya Bashir finaliza con las siguientes palabras iluminadas de Jánuca: «No dejo que la oscuridad me domine. No elijo la desesperación, sino la luz: yo elijo la solidaridad».
[1] Proceso de intercesión llevado a cabo por representantes de la comunidad judía europea local, especialmente los del gueto de una ciudad, que negociaban con las autoridades para la seguridad y el beneficio de dicha comunidad, recurriendo a tácticas tales como apelaciones emocionales, mendicidad e incluso regalos de dinero u otros bienes para ganar el favor de quienes ostentaban el poder. (Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Shtadlan)