La destrucción de los judíos de Europa fue posible, gracias a la “demonización” que se intentó del judío que pasó a ser el enemigo número uno de la Humanidad.
Se popularizó eso de que si se eliminaba al judío, la humanidad viviría tranquila y sin sobresaltos. Esto, lamentablemente, costó seis millones de víctimas, o sea la destrucción de la mayor parte del judaísmo europeo y un tercio de todo el pueblo judío de la época.
Hoy, Holocausto de por medio, somos testigos de una campaña de demonización del Estado de Israel, al que se lo acusa de ser la “mayor amenaza” para la seguridad mundial.
No importa que Corea del Norte tenga armas nucleares, que Irán esté tratando de obtenerlas, que en Sudán los fundamentalistas hayan asesinado a un millón de negros o que Saddam Hussein haya utilizado gases para aniquilar a miles de kurdos.
Y ni hablar ya de las sanguinarias dictaduras que tuvimos por estas latitudes.
¿La historia se repite o estamos ante algo totalmente nuevo?
Analicemos lo sucedido, como ejemplo, con la ruptura de relaciones entre Argentina y Alemania, hace 60 años atrás.
Si para algo sirve la historia es para poder aprender de las experiencias del pasado.