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La farsa de los antihéroes

Es la farsa de la gente de bien que se enfrenta al mal. Diagnosticaron un cáncer social, un caos irremediable, y se posicionaron como los únicos cirujanos con la capacidad de operarlo, de resolverlo. Prometieron una intervención sobre el cáncer de “la casta política” -que se llena los bolsillos “con la nuestra”- que a poco de andar el gobierno se desmoronó.

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El Dictador

Las primeras iniciativas de Javier Milei reflejan el autoritarismo militante del presidente y su gobierno. Han pasado pocos días y ya el flamante gobierno argentino se ha destacado por muchas acciones disruptivas. Falta de designación de personas en cargos del Estado, designación y renuncias fugaces, excentricidades como el decreto que habilitó a la hermana a ser funcionaria en el Poder Ejecutivo Nacional, un vocero cuyo léxico es tan limitado como las ideas de la fuerza política para la cual trabaja, etc. Pero hay algo que todo el mundo puede observar en el liderazgo del gatito mimoso del poder, confunde autoridad con autoritarismo.

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Meretz Argentina repudió las afirmaciones de Sergio Pikholtz; exigió su remoción y la condena pública de la DAIA  

«Como repetimos incansablemente, no hay civiles inocentes en Gaza, tal vez sólo los niños menores de 4 años. Sin piedad con los asesinos de los judíos. Venceremos», twiteo el vicepresidente segundo de la DAIA. Meretz Argentina repudió en un comunicado tales declaraciones, exigió que la DAIA condene públicamente las expresiones de Pikholtz y que sea removido definitivamente de su cargo: “Este tipo de afirmaciones deshumanizantes no deberían jamás ser expresadas por quienes ejercen cargos de liderazgo dentro de la comunidad judía, que es diversa y en su enorme mayoría se compromete con la paz y los derechos humanos”.

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Un país para pocos, un país sin derechos; y la enseñanza de los macabeos

Podemos buscar culpables. Pero las mayorías buscan -necesitan- soluciones. Padecen el mal presente, lo sufren, y quieren tener al menos la ilusión de que hay un mañana.
Los datos son incontrastables. Allí anida el núcleo del enojo, de la desazón, de la frustración.
La disputa, el nudo gordiano a desatar, es por dónde ir en busca de respuestas. El Gobierno ha sido claro con su decretazo del 20D: el camino que ha elegido es volver al país anterior a la Ley Sáenz Peña: un país para pocos, un país sin derechos. Habría que aprender de la verdadera historia de Jánuca, más que repetir algún versículo del libro de los macabeos, azuzando a las «fuerzas del cielo».

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El judaísmo público de Milei. ¿Cuestión de fe?

¿Qué es esto del judaísmo público de Milei? Desde que existe escisión entre esfera pública y privada, el judaísmo estuvo circunscripto al área de lo privado. El nuevo presidente lo que hace es ponerlo en el ámbito de la vida pública, lo cual constituye una novedad para los Estados liberales. Que el judaísmo aparezca como una suerte de “religión de Estado”, de por sí es algo que no tiene parangón en la historia moderna, fuera del Estado de Israel.

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Los ortodoxos y los libertarios pelean la misma batalla cultural

¿Nos importa lo que hace Milei con su religiosidad? Lo que realmente importa es cómo se inscribe lo judío, expresado a través de una de sus posibles facetas, en el proceso de producción de la identidad política libertaria. Es sabido que la ortodoxia judía ha experimentado un proceso de revitalización. Se ha escrito lo suficiente sobre esto. Ahora bien: ¿cuál es el relato que esta misma ortodoxia produce acerca de su revitalización? A grandes rasgos, se puede resumir en la idea de que los judíos estaban alejados del judaísmo, motivados por ideologías de izquierda, pero los ortodoxos lograron revertir esta tendencia. El proceso denominado de “teshuvá” contiene una dimensión política interpretada en clave espiritual. La victoria de lo que algunos conciben como el judaísmo “auténtico” es una victoria sobre una izquierda que habría pervertido lo judío.

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Asunción y primeras medidas del nuevo gobierno

La conjura contra el pueblo

Con una fuerte legitimidad electoral, el domingo 10 de diciembre pasado asumió la presidencia el mediático Javier Milei. Quienes acompañaron el evento ese día en las calles lo vitorearon eufóricos al grito de “No hay plata” y “policía, policía”, enarbolando así las banderas del ajuste y la represión. No hubo engaño alguno: el candidato ultraderechista lo prometió en campaña. Lo que no explicitó (o directamente falseó) fue a qué actores sociales proponía ajustar y reprimir. En su primera semana de gobierno, los funcionarios designados Caputo y Bullrich despejaron el humo libertario, dejando ver un programa de contracción feroz de los ingresos populares, bajo un orden represivo dispuesto a todo para asfixiar la protesta social.

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Nuestros enemigos

Entre las publicaciones sobre la actual guerra entre Israel y Hamas, salió a la luz una que pertenece a un partido político argentino que apoyó a viva voz al grupo terrorista que ejecutó el pogrom del 7 de octubre. Se trata del Partido Obrero, ultraizquierdista y antisemita, que ha expresado en varias de sus publicaciones la reivindicacion a la masacre perpetrada por Hamas y ha participado de manifestaciones en apoyo a Palestina, demostrando su desprecio por las víctimas del “Sábado Negro”.

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El judaísmo de Milei

El intento de Milei de afiliarse al judaísmo es mucho más que un intento de atraer a votantes judíos desilusionados con los principales partidos de izquierda y derecha: es una teología política con una carga escatológica que se basa en los elementos simbólicos del sionismo religioso. En ninguna parte esto es más evidente que en la promesa de campaña de Milei de trasladar la embajada argentina de Tel Aviv a Jerusalén, para honrar los deseos del Rey David.
Al hacer todo esto, Milei se alinea con una tradición interpretativa externa. En la Argentina (católica), el judío es el Otro y, para Milei, los judíos son ante todo outsiders y minorías; al convertirse en tal, intenta destacarse como diferente y posicionarse fuera del establishment político del país. De la misma manera que los judíos fueron casi exterminados en la historia, Milei se presenta como miembro de una minoría que otros tratan de borrar del mapa político.